jueves, 1 de enero de 2009

15 DE ABRIL 2008 - El comercio.

A setenta años de la muerte del poeta César Vallejo
Una visita a su tumba en Mont Parnasse

Por Adolfo Bazán Coquis


París. Ciudad Luz. Ciudad Ensueño. Escenario de miles de películas, novelas, cuentos y poemas que se han hecho y que están por nacer. Ciudad Nostalgia El itinerario de cualquier visitante incluirá locaciones imprescindibles: la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el museo del Louvre, un paseo por el río Sena, la Ópera Pero si el turista es peruano, habrá que añadir la tumba de César Vallejo. El Poeta. El autor de los versos más memorizados y sentidos de las letras nacionales. El hombre que vivió tristezas y dulzuras, el hombre Trilce.


El lugar de reposo del nacido en Santiago de Chuco, muerto un 15 de abril de 1938, es también el lugar donde la peruanidad se hace cosmopolita y universal en la ciudad más cosmopolita y universal que existe. En ese rincón de cobijo se fusionan el romanticismo artístico y la cruda realidad que padecen muchos inmigrantes, es donde yacen el compromiso y el sentimiento. Allí no hay un cadáver, ni siquiera los restos de un hombre: hay eternidad.


En todo eso pienso mientras el carro se desplaza con calma rumbo al cementerio de Mont Parnasse. Estamos en noviembre. Hoy no llueve, pero los abrigos son acompañantes obligados fuera del vehículo. Lucía, nuestra guía --dicharachera dama española que radica en París desde hace unos 30 años-- se sorprende de la facilidad con que encuentra un sitio para estacionar.

Bajamos. Mi hijo César, de 7 años, me toma de una mano. Me encanta ese gesto de búsqueda de protección, pero más adoro que no haya protestado para ir a otro sitio --digamos-- más divertido. Ana, mi esposa, se une a la cadena humana para hacerla de a tres. Ella también ha dejado a un lado la visita de boutiques y escaparates en Champs-Élysées y se lo agradezco.

Al ingresar, un enorme cartel presenta a los visitantes una relación de los personajes ilustres que allí descansan: Julio Cortázar, Charles Baudelaire, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir... Y Vallejo, Cesar. Poete péruvien. Avenue du Nord. 13 division. He leído que algunas personas tienen dificultad para hallar su tumba, y es cierto: en el mapa de ubicación la Avenue du Nord está prácticamente oculta por la misma distribución de las sepulturas. En realidad las avenidas son más bien calles, y las calles son pasos estrechos. Sin embargo, una rápida consulta a un trabajador que cuida las plantas nos despeja el camino. El reposo está a la vista.



"Rodeado de su compañera y de tres amigos, César Vallejo ha dado el gran salto, a las nueve y veinte de la mañana del Viernes Santo de 1938. El poeta sonríe. Apenas si la amargura se nota en la comisura de los labios. Los rasgos fuertes y viriles se perfilan lentamente. El poeta duerme porque todavía la decoración de la muerte no lo amenaza. Las ventanas de la clínica traen el lejano fragor de los automóviles y los ómnibus del Boulevard. Los árboles verdes dicen la primavera. Vallejo es un muerto que inspira confianza".
Carta de Federico Mould Távara.
Publicada en El Comercio el domingo 1 de mayo de 1938.





Una gran taza de té decorada, tarjetas de presentación depositadas con cuidado sobre una cerámica, una canastilla con lápices de colores, borradores en forma de cerdo, un ticket de metro, velas en forma de zapallo, peluches, una pluma, mazorcas de plástico, ramos de flores, un poema, el muñeco de una mujer con polleras, otro poema, piedras negras y piedras blancas

Pensaba encontrar el sepulcro con alguna que otra flor, pero nunca imaginé que en vez de ello iba a toparme con un altar. La nacionalidad de quienes llevaron tantas ofrendas se puede adivinar en algunas de ellas (hay del Perú, de México), pero el cariño dejado a la intemperie sobre el bloque de mármol no se puede medir.


Cesar Vallejo. Oui souhaita reposer dans ce cimetière ("César Vallejo, que deseó reposar en este cementerio"), se lee en letras doradas. Aunque la inscripción no es del todo cierta, pues originalmente el Poeta descansó en el cementerio Mont Rouge, donde su esposa Georgette contrató un mausoleo familiar, consistente en tres tumbas, para que allí reposaran ella, su madre y el vate. La cesión duraba 30 años, que fueron renovados y extendidos --no sin contratiempos-- por la viuda, hasta que el 3 de abril de 1970 Vallejo pasó a ocupar su nueva, pero no necesariamente, última morada.


Porque así como han pasado los años, los intentos por repatriar los restos del Poeta han sido varios y vanos. Uno de los más antiguos se remonta a 1957, cuando la Cámara de Diputados aprobó un proyecto para repatriar los restos de Vallejo y del también poeta José Santos Chocano. Hacia mediados de 1968 el Ministerio de Educación retomó la iniciativa. En cada ocasión los esfuerzos se toparon con la férrea y celosa negativa de Georgette.

La última tentativa de largo aliento se dio en julio de 1983, cuando el Congreso aprobó la Ley 23662, que autorizaba al Poder Ejecutivo a tomar las providencias y hacer las gestiones necesarias para repatriar los restos mortales del autor de "Poemas humanos".


Pero a falta de éxito en tal propósito, se dictaron otras normas que buscan honrar la memoria del lírico: la Ley 24616, que estableció el 15 de abril como el Día del Poeta Peruano; la Ley 24638, que creó el Instituto de Investigación y Promoción Literaria César Vallejo; y la Ley 24666, que creó el Museo César Vallejo en Santiago de Chuco.


J'ai tant niegé pour que tu dormes, también se lee en la tumba.


"He nevado tanto para que tú duermas", traduce Lucía, al tiempo que confiesa no entender mucho el sentido del verso. Pero le gusta.




"El cholo cayó en cama unas seis semanas antes de morir. Al principio fue una fiebrecilla de 39 grados a 38 y medio. El médico que lo vio sospechaba que se trataba de los pulmones. () El 14 de marzo la Legación autorizó su envío a una clínica y lo llevaron al Boulevard Arago, 95. () Durante ocho días le hicieron todos los análisis imaginables, pero sin resultado alguno (). Entonces Georgette, desesperada, apeló a una serie interminable de magnetizadores, astrólogos, magos y brujos. () Los médicos habían decidido in extremis hacerle una punción lumbar. () La mujer de Oyarzum que pasó toda la noche junto a su cabecera cuenta que a las cinco y media de la mañana llamó a su madre y media hora antes de morir dijo 'España. Me voy a España'. Estas fueron sus últimas palabras".
Carta de Gonzalo More al doctor J.M. Chávez Lazo.
19 de mayo de 1938.



Tomo fotografías de la tumba. De mi familia frente a ella, al costado. De mí mismo, respetuosamente sentado. Más que imágenes turísticas son imágenes de un peregrinaje. Si estuviéramos en el Perú --pienso-- abundarían las delegaciones escolares, los intelectuales, los amantes de las letras. No sería necesario esperar una fecha determinada, como los 70 años de su deceso, porque el respeto a los grandes no conoce de calendarios.


-- Papá, ¿qué cosas escribió César Vallejo? --pregunta mi hijo.


-- ¿Recuerdas que en el recital de poesía en tu colegio, un niño más grande presentó 'Los heraldos negros'? Ese niño que decía: "Hay golpes en la vida, tan fuertes Yo no sé!" ¿Recuerdas?


Mi hijo me mira y hace un gesto de enciclopedia. "Ah, sí",
responde al cabo de unos segundos.


No le complico la vida contándole que Vallejo escribió alguna vez: "Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo". Un vaticinio.


-- Y se llama como yo.


-- Sí, es cierto. Pero tú ya sabes que te puse ese nombre por el papá de tu abue' Doris, ¿no?



Mi hijo asiente con la cabeza, pero nadie le va a quitar el gusto de saber que se llama como el Poeta.






"En su lecho de muerte hubo un fotógrafo, y se le hizo una mascarilla. Si la muerte de militante de Vallejo ha creado un libro, el poeta iba a sufrir un destino más ambiguo, al ser abruptamente reencarnado como Vallejo-Cristo (murió en Viernes Santo), como Vallejo-Mártir (murió por España), Vallejo-Militante y Vallejo-Profeta. () Aun cuando [su entierro] fue arreglado y pagado por la Legación Peruana, los detalles los organizó el Partido Comunista. Su cuerpo se llevó a la Maison de la Culture a la espera del funeral; hubo un velorio de cuerpo presente y cambio de guardia en turnos de media hora".
Jean Franco en "Cesar Vallejo. The dialectic of poetry and silence".






Ha pasado una larga hora. Lucía comenta que ahora ya sabe exactamente cómo llegar a la tumba, que cuando amigos se lo vuelvan a pedir los guiará. Yo le digo que pienso escribir sobre esta visita, que aun cuando es noviembre las sensaciones se pueden mantener incólumes largo tiempo. Que buscaré una fecha ad hoc. Ana comparte su sorpresa de haber encontrado tantos presentes sobre la tumba y César, niño al fin, confiesa que tiene hambre y también sed.


Me río de buena gana. "Vamos a comer algo", le respondo. Lucía sugiere ir al Barrio Latino. El Poeta recupera su soledad.

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