domingo, 4 de enero de 2009

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Faro de Els Munts (Torredembarra)


Hace ahora justamente un año, cuatro amigos, cuatro gatos, nos decidimos a abrir un espacio común en el que expresar nuestras inquietudes y compartir nuestro cariño con cuantas personas se decidieran a visitarnos. Al hacer balance de este tiempo, la experiencia ha sido realmente enriquecedora y gracias a esta página hemos podido entrar en contacto, y mantenerlo, con un montón de viejos y nuevos amigos y amigas.
Sin embargo, llegados a este punto, quienes hemos ido firmando las diferentes entradas, tras barajar varias posibilidades sobre la permanencia y la continuidad del blog, hemos tomado la decisión de poner un punto final a CUATROGATOS. Sin buscar porqués, sin darle más vueltas; sencilamente, algún día tenía que ser y nos pareció oportuno que fuera hoy. Como quiera que así es, si algún sentimiento albergamos para con vosotras y vosotros en este momento es el de la gratitud. Contabilizar casi 20.000 visitas en un año no está nada mal. Nos habéis honrado acercándoos, de verdad.
De manera que, en fin, sólo nos queda despedirnos, con una amplia sonrisa y un hasta luego. Es decir, hasta cuando querais o, sea, hasta siempre.
Por todo, gracias. Os echaremos de menos.

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viernes 26 de diciembre de 2008
LOS MENSAJEROS DE LA MUERTE

" Hace ya mucho tiempo, peregrinaba un gigante por la carretera, cuando, de pronto, le salió al paso un hombre desconocido y le gritó: -¡Alto, ni un paso más! -¿Cómo? -dijo el gigante-. ¿Quién eres tú para hablarme con tanto descaro, so enano? Como te agarre, te voy a triturar entre los dedos. -Soy la muerte -contestó el otro-. A mí no me contradice nadie y tú seguirás también mis órdenes. El gigante se negó y empezó a luchar con la muerte. Fue una lucha tremenda, y finalmente el gigante ganó la partida: le dio a la muerte tal puñetazo, que se desplomó junto a una piedra. El gigante siguió su camino y la muerte permaneció allí vencida, y estaba tan maltrecha y derrengada, que no podía enderezarse de nuevo. -¿Qué saldrá de todo esto si me quedo tumbada en la esquina? -dijo-. No moriría nadie en el mundo y se llenaría de tantos hombres, que no cabrían uno al lado del otro. Mientras tanto, llegó un joven por el camino cantando una canción y mirando de un lado a otro. Cuando vio al hombre medio desmayado, se aproximó y, compasivamente, lo levantó, le dio de su botella una bebida reconfortante y esperó hasta que hubo recuperado sus fuerzas. -¿Sabes quién soy yo y a quién has puesto en pie?- dijo el extranjero mientras se levantaba. -No -dijo el joven-, no te conozco. -Yo soy la muerte: no perdono a nadie y no puedo hacer contigo excepción. Pero, para que veas que soy agradecida, te prometo que no caeré sobre ti de improviso, sino que te mandaré a mis mensajeros antes de venir a buscarte. -Bien -dijo el joven-, siempre es algo positivo saber cuándo llegas; mientras tanto estaré seguro de ti. Luego siguió su camino, alegre y de buen humor, y vivió al día. Pero la juventud y la alegría no duraron mucho tiempo: pronto llegaron las enfermedades y los dolores, que lo atormentaban durante el día y no lo dejaban en paz durante la noche. “No moriré -se dijo a sí mismo-, pues la muerte mandará en primer lugar a sus mensajeros, pero me gustaría que pasaran los malos días de la enfermedad.” En cuanto se sintió sano, empezó a vivir gozosamente. Un día, alguien lo tocó en el hombro y, al darse la vuelta, vio que la muerte estaba tras él, diciéndole: -Sígueme: te ha llegado la hora de despedirte del mundo. -¿Cómo? -contestó el hombre-. ¿Quieres faltar a tu palabra? ¿No me habías prometido que antes de que vinieras enviarías a tus mensajeros? Yo no he visto a ninguno -Calla -dijo la muerte-. ¿No te he enviado un emisario tras otro? ¿No vino la fiebre, se apoderó de tí, te sacudió y te derrumbó? ¿No se apoderó de ti el mareo de tu cabeza? ¿No están tus miembros presos de la gota? ¿No sientes ruidos en los oidos? ¿No te roe el dolor de muelas en las mejillas? ¿No ves oscuridad ante tus ojos? Y, sobre todo, mi hermano en carne mortal, el sueño, ¿no te ha recordado a mí? ¿No has estado de noche como muerto? El hombre no supo que contestar, se entregó a su suerte y se fue con la muerte. "
Jacob Grimm.
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viernes 19 de diciembre de 2008
El costurero de Tía Rosa



Yo te conozco de antes
desde antes del ayer
yo te conozco de antes
cuando me fui
no me alejé
llevo la voz cantante
llevo la luz del tren
llevo un destino errante
llevo tus marcas en mi piel
y hoy solo te vuelvo a ver
-Fito Páez-




En la cocina había una ventana angosta y por allí entraba la escasa luz de un mediodía nublado.
Yo no quería pasar, tenía asco porque toda la casa olía a carne quemada.
Desde afuera pude ver que un churrasco se calcinaba en la bifera de hierro y un humo negro subía hasta el techo para bajar directo a mi nariz y provocarme náuseas.
Pero vi el costurero de pie tirado y pasé apurada.
Mi madre corrió a apagar el fuego, después vimos que Tía Rosa estaba tirada sin vida en medio de la cocina con su vestido de cuadritos grises y negros, mientras el gato le caminaba por arriba y terminaba de enredar los hilos de coser que seguramente ella había empujado al caer, tratándose de aferrar al costurero de madera.
Yo siempre había tenido curiosidad por ese costurero enorme.
Ella nunca me dejaba tocarlo.
Yo insistía en averiguar qué había allí adentro y cuando estaba a punto de hacerlo, desde algún lugar de la casa se escuchaba
-¡Ssshhhttt saque esa mano de allí!-.
Me trataba de usted casi siempre, en especial cuando tenía pelos a los costados de la boca y yo no me dejaba besar.
¡Mal educada! –me decía por lo bajo-.
Yo seguía tocando, con la mano medio escondida.
¿No le enseñaron a usted que no se tocan las cosas?
Yo quitaba mi mano de mala gana e imaginaba qué había allí dentro.
Pensaba en muchas cosas.
Hasta que un día vi que salía un trozo de tela de florcitas diminutas de color maíz, y no me quedaron dudas que era el vestido atrapado de una muñeca. Desde ese día pensé que el costurero en verdad era una casa de muñecas.
Me preocupada la inexistencia de ventanas, entonces pensé en algo peor, que era una prisión de muñecas, que ella encerraba apurada cuando yo estaba por llegar para que no las tocara.
De puro mala.
Imaginaba muñecas retorcidas, sin cabezas, sin ropita, con las patitas sueltas, que esperaban ser liberadas por mí.
Cuando nos íbamos, tenía que escuchar lo de siempre.
Tía Rosa no es mala, cuida mucho sus cosas.
Eso decía mi madre, que no le veía los bigotes, ni era vigilada por ella cuando andaba cerca del costurero, ni sabía lo de la prisión.
Yo pensaba que sí era mala, y que tenía muñecas presas. Por eso le dibujaba a las paredes de madera del costurero ventanas con tizas de colores antes de escuchar el maldito ¡¡¡¡shhhhtttt!!!!.
Después me retaban siempre, pero no me importaba. Por un rato las prisioneras habían visto el jardín, la luz y lo más importante, habían visto que yo estaba allí afuera.
Y así yo también las veía un poco.

Ahora cuando el olor a carne quemada me asqueaba, el costurero estaba allí, en medio de la cocina, tirado y desparramado por el piso, abierto de par en par, como los ojos de Tía Rosa y no había otra cosa que hilos mezclados y tijeras y agujas y botones de todos colores y dedales.

De pronto se me fue el asco.
No había ni una sola muñeca. Ni patitas, ni bracitos sueltos, ni ropita.
Antes de que llegáramos habían escapado todas con sus cosas y eran libres.

Una extraña sensación de libertad y soledad absoluta, experimento desde entonces frente al nauseabundo olor del churrasco quemado.
-------------
Amigos les deseo que pasen las fiestas en paz y en companía de sus seres queridos.
Si en algún momento del brindis sienten cuatro copas por allí, es que son los Cuatrogatos que saltaron del tejado del blog para saludarlos con un fuerte abrazo.
:) Y cantarles una serenata :)
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sábado 13 de diciembre de 2008
EL ENVIADO




Un día un Hombre miraba el Mundo y éste le pareció vacío.
Lo miró sin descanso, tanto que
a punto de desvanecerse sintió una voz interior.
Turbado, supo que la voz interior era una Revelación
y henchido por la Verdad decidió seguirla.
Y entonces creó un Tabernáculo.
Como tenía palabras que decir, pronto encontró quien le escuchara.
Aquello se convirtió en una Comunidad.
La Comunidad creció y a su Fundador le llamaron El Enviado.
El Enviado trabajó duro: reclutó feligreses,
buscó favorecedores de su causa.
Y nombró Delegados y Comisionados que viajaron
por todo el País, que volaron a otros territorios.
Y vendieron el Mensaje y su Credo de palabras...
Porque vendían. Y eran las palabras de El Enviado
y de la Revelación.
Así pasaron los años, El Enviado se hizo mayor,
luego muy mayor y después, diciendo palabras ante su gente,
sufrió un repentino ataque de apoplejía y murió.
Sus más prójimos dijeron que así estaba escrito
y cerraron capítulo con grandes Duelos.
Hoy, transcurrido Tiempo desde la muerte de El Enviado,
el Mundo repite su retahíla de Lemas.
Es lo que la Comunidad necesita: un rosario de consignas,
eslóganes, nada de pensar... pues la Verdad ya fue revelada.
Ahora la Causa busca sus nuevos modos de penetrar:
patrocina Obras Benéficas y hasta equipos de Fútbol,
organizaciones de todo pelo, revistas y publicaciones,
tiene una cadena de lujosos hoteles, para Reposo Espiritual.
La Cosa marcha y está bien que así sea.
Los Delegados y Comisionados entraron en la Política
y también coparon las Multinacionales.
Luego crearon las Corporaciones.
Gente reconocida por sus logros, pero bien desconocida:
Quienes manejan los Hilos, se dice que son.
Y la Comunidad, repite fervorosa el Mensaje de El Enviado
mientras se propaga sin límite a través de las ondas...


(Sin embargo, El Enviado no parece muy contento.
Ajeno al Mundo y a la Vida,
una y otra vez se pregunta atónito
qué diablos se supone que hace, un tipo como él,
pudriéndose en el Purgatorio.)


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sábado 6 de diciembre de 2008
Luminiscencia (2)



Había una larga cola de gente esperando. Se puso al final pero sólo pudo permanecer allí unos minutos. Se fue. Se marchó preguntándose el porqué de ese sentimiento de exclusión tan repetido. Era una mujer normal, con una vida más o menos normal. No se podría sostener ningún tipo de argumentación que concluyera que estaba sola y, sin embargo, se sentía así la mayor parte del tiempo. Su soledad era extraña, no se trataba tan sólo de afectos o lugares, se sentía desmembrada del mundo. Cuanto más reflexionaba más alejadas percibía las cosas que ocurrían a su alrededor. Las personas que veía le resultaban cada vez más distantes. Sus ojos, oscuros y de mirada firme, eran incapaces de reflejar la necesidad de una mano que detuviera aquella inercia. Una sola caricia, una sencilla caricia en su cara. Era sencillo. Ella no pensaba en el alguien, sólo pensaba en el gesto, la caricia. Se alejaba de la fila de gente y de otras filas numerosas que se encontraba cada poco por la calle. El mundo se había vuelto un lugar lleno de listas, de agrupaciones. Todo consistía en una clasificación continua de lo que quiera que fuese. Todo era una gravitación irresistible alrededor de la idea de asociación: cifras, especies, modelos, tipos. Sin embargo ella se veía abocada a un vacío incomprensible donde sólo existía un deseo sencillo que se había convertido en verdadera necesidad. Una mirada, un par de ojos dispuestos a detenerse frente a los suyos, un pretexto para desmoronar ese muro de lágrimas sólidas que detenía sus sonrisas. Una caricia, tan sólo una sencilla caricia en la cara. Creía que no era pedir demasiado pero tal vez estaba en el mundo equivocado. Caminó sin fijar destino a sus pasos y cuando llegó a la altura del parque se introdujo en él. Buscó un banco vacío para refugiarse bajo las ramas, allí donde se amortiguaban los sonidos de la ciudad. Flotaba una humedad gris y nebulosa y todo lo demás se redujo a un murmullo lejano.
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sábado 29 de noviembre de 2008
YO ROBOT (Fragmento)

" El robot QT-1 Cutie, duda sobre su existencia y responde a Donovan y Powell)Fíjate en ti. No lo digo con ánimo de desprecio, pero fíjate bien. El material del que estás hecho es blando y flojo, carece de resistencia, y su energía depende de la oxidación ineficiente del material orgánico. (...)Entráis periódicamente en coma, y la menor variación de temperatura, presión atmosférica, la humedad o la intensidad de radiación afecta a vuestra eficiencia. Sois alterables. Yo, por el contrario, soy un producto acabado. Absorbo energía eléctrica directamente y la utilizo con casi un ciento por ciento de eficiencia. Estoy compuesto de fuerte metal, permanezco consciente todo el tiempo y puedo soportar fácilmente los más extremados cambios ambientales. Estos son hechos que, partiendo de la irrefutable proposición de que ningún ser puede crear un ser más perfecto que él, reduce vuestra tonta teoría a la nada. "

Isaac Asimov.
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viernes 21 de noviembre de 2008
El día que vi al "Chueco"

-El Chueco Fangio-



Ese día el aire también era azul. Como hoy que de lejos parece que vuela papel picado, pero si me acerco un poco son los pétalos del jacarandá que danzan en tremendos remolinos.
Pero no iba a hablar de hoy, simplemente quise recordar cómo era ese día, por eso levanté la mirada y tras los cristales ví el baile de las flores azules.

Ese lejano día no había viento y también era azul pero por los paraísos, que estaban todos florecidos y quietos con su enorme barriga cargada de pelotitas verdes. Yo, bajo su sombra hacía collares, enhebrando florcitas que luego me ponía en la cabeza como si fueran coronas y me creía por un rato que era la reina del lugar.
Era la mañana temprano y había un silencio sepulcral.
Yo estaba sentada en el cordón de la vereda de la esquina de mi casa, que era una especie de paredón alto de ladrillos raídos, porque la calle estaba hundida y era de tierra.
Una tierra seca de días sin llover.
Esa mañana era domingo.
Mi viejo era el único junto a mí que no dormía. Me vio en la cocina y me dijo vení conmigo a la vereda, quedate sentada acá en el cordón, que lo vamos a ver pasar al Chueco.
Nos sentamos los dos.
Él con la radio en la oreja y yo enhebrando florcitas.
Esos eran los únicos sonidos que rompían el silencio.
La calle vacía, las veredas llenas de sombra y las ventanas todas dormidas.
Sólo una voz como de trapo roto retumbaba en la oreja de mi viejo.

-Ahí viene- me dijo.
Yo dejé de enhebrar.
Él se paró y no sé qué seña le hizo con los brazos.
¡Vamos campeón! -le gritó-.
Yo no atiné a nada, porque apenas miré la esquina ví doblar un auto de color, creo que rojo, o ese fue el color que a mi se me quedó grabado de la emoción que sentí. Venía envuelto en una polvareda intensa y era tal la velocidad que traía, que fue verlo doblar, tenerlo ante mi y ver cómo se perdía por la carretera del oeste todo al mismo tiempo.
Después de un rato, no sé cuanto pero me acuerdo que lo vi desaparecer en medio del polvo. Lo miré a mi viejo que estaba parado con la boca abierta, estirado para ser mas alto y los ojos algo húmedos. Me dijo que por la tierra, claro y también me dijo que ese que había pasado era el Chueco Fangio.
Y no sé porqué, debería estar muy feliz él, porque se sentó a mi lado con una sonrisa grandota y me dijo que la coronita me quedaba tan bonita que parecía una reina, entonces fui feliz yo también mirándole sus ojos empañados y llenos de polvo y su mano grandota que todavía le seguía temblando.



-Juan Manuel Fangio-
Conocido simplemente como "Maestro", este tímido argentino fue el primer hombre en ganar cinco Campeonatos Mundiales de Formula Uno, habiendo sido superado nada más que por Michael Schumacher. Manejando en una época de automóviles y valores distintos, su talento y calidad técnica siempre serán admirados en el mundo del automovilismo por haber establecido un estándar de excelencia que dificilmente pueda ser igualado.



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sábado 15 de noviembre de 2008
HOMBRES POR LA IGUALDAD






Esta Carta de los hombres vascos por la igualdad y contra la violencia hacia las mujeres se está distribuyendo estos días entre los hombres del País Vasco, antes de la celebración del Día Internacional Contra la Violencia hacia las Mujeres, el próximo día 25 de noviembre.

Los hombres que firmamos esta Carta somos conscientes de vivir en una sociedad en la que existe una manifiesta desigualdad en las relaciones y en el reparto del poder entre mujeres y hombres, y en la que lo femenino se subordina a lo masculino. Como consecuencia, los hombres tenemos determinados privilegios: disfrutamos de más tiempo de ocio, ocupamos la mayor parte del espacio y del poder político y económico y nos beneficiamos del trabajo doméstico y de cuidado realizado mayoritariamente por las mujeres. Sin embargo, esta forma de organización social también nos afecta negativamente y no nos satisface el modelo de hombre tradicional y machista que hemos tenido como referente en la construcción de nuestra identidad y que condiciona el desarrollo integral de nuestra personalidad.

Consideramos que esta situación debe cambiar por justicia: porque es un derecho de las mujeres y porque será beneficioso para el conjunto de la sociedad, ya que con el cambio los hombres también ganamos. Por esto, con el deseo de superar los daños que el sexismo ocasiona, asumimos el compromiso personal y colectivo de participar en la construcción de una sociedad igualitaria, en la que mujeres y hombres gocemos de los mismos derechos y oportunidades y en la que las aportaciones y necesidades de unas y otros sean valoradas por igual. Para ello, nos comprometemos a:

Compartir las justas reivindicaciones de las mujeres contra el sexismo y a apoyar su lucha contra todo tipo de discriminación sexista y, en especial, contra a la violencia machista, haciendo pública la denuncia de tales conductas discriminatorias y no consintiéndolas en nuestro entorno.
Replantearnos, desde la diversidad de nuestras realidades, experiencias y actitudes, los valores y comportamientos habituales que sostienen esta sociedad desigual, animando y acompañando a otros hombres en este camino de cambios personales y sociales.
Asumir de forma igualitaria el trabajo doméstico y de cuidado de otras personas, como parte no sólo de nuestra responsabilidad, sino de nuestro crecimiento personal y, en particular, a hacer uso de los permisos, excedencias y reducciones de jornada regulados para labores de cuidado.
Avanzar hacia una sexualidad diversa, sin imposiciones, desde el disfrute y el placer compartido, y oponernos a toda conducta que atente contra el libre ejercicio de la sexualidad, incluida la libertad de opción y orientación sexual.
Intentar construir nuestra identidad personal libremente, al margen de roles y estereotipos, así como desarrollar de forma plena nuestra vida emocional y afectiva.
Desterrar el uso y la legitimación de la violencia como modo de solucionar problemas y buscar formas pacíficas y dialogadas de abordar y resolver las situaciones conflictivas que nos encontremos.

Nuestro compromiso como hombres vascos es una firme apuesta por la igualdad. La queremos y necesitamos para construir una sociedad integrada por personas más libres, más autónomas, más justas y más felices.

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sábado 8 de noviembre de 2008
Luminiscencia

(acuarela - Zooey)



Regresa a casa al terminar la jornada, como cada día. Vive en una de las urbanizaciones de las afueras, esas que parecen maquetas que exponen las empresas constructoras en los escaparates de sus locales. Todo parece igual si uno no se fija mucho pero cada cosa tiene alguna diferencia insalvable que lo diferencia de lo demás. Esa tendencia a la uniformidad es algo que nunca le ha gustado nada, aunque se resigna a ello de la misma forma que debe resignarse a que pasen una y otra vez los inviernos. Deja el coche en el pequeño jardín de la entrada y se acerca al buzón para comprobar si hay correo. Sólo dos sobres de bancos que no se molesta en abrir. Cuando se encamina hacia la puerta dirige la mirada a la hilera de casas de la derecha. Es viernes, por eso no le sorprende el bullicio de saludos y palabras hilarantes que advierte en dos de ellas. Escoge la llave entre las demás llaves mientras sube los cuatro escalones y abre la puerta. Deja la americana sobre una silla, se pone las zapatillas y llega hasta el salón donde se sienta. Al otro lado de la cristalera, el jardín interior parece un onírico decorado que serviría de fondo a una representación teatral. Durante un rato piensa en el enigma sin resolver en que consisten sus diferencias con respecto a tantos y, entre ellas, por qué su sociabilidad no pasa por la proclividad a las fiestas. Es algo involuntario, sucede con naturalidad, es lo que cree. La noche va cayendo en el jardín, que va desapareciendo gradualmente ante sus ojos. Mientras unas luces caen, otras, las de sus propios tesoros, comienzan a aparecer cerrando todos los huecos por donde a veces se cuela, inevitablemente, algo de oscuridad.
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sábado 1 de noviembre de 2008
Filosofía de la composición (Fragmento)

" Considerando entonces a la Belleza como mi provincia, mi siguiente pregunta se refería al tono de su más alta manifestación -y toda experiencia ha mostrado que este tono es uno de tristeza. La Belleza, de cualquier clase, en su desarrollo supremo, invariablemente mueve a las lágrimas al alma sensitiva. La melancolía es pues el más legítimo de los tonos poéticos. "

Edgard Allan Poe.
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sábado 25 de octubre de 2008
Sangría


"Yo no sé
si fue negro de mis penas
o fue rojo de tus venas
mi sangría..."
-Cátulo Castillo-

Subió los tres pisos por escalera sin ascensor y en el último escalón se apoyó sobre la baranda. Un dolor punzante en medio del pecho le había cerrado el paso del aire. Había subido apurado porque lo presintió cuando caminó las últimas cuadras por el perfume del aire y apenas cerrar la puerta de entrada al edificio sintió la confirmación. Por eso comenzó a subir los escalones como un loco.
Hubiera querido seguir hasta su departamento. Faltaba poco, dos metros y las llaves, pero se sentó en el escalón y se apoyó lento contra la pared.
Buscando el aire.
Sacó su libretita de bolsillo.
Donde iba anotando crónica tras crónica de cada día de lluvia. Siempre la llevaba consigo por las dudas y sólo la usaba los días de lluvia.
No podía escribir con sol.
Hoy tocaba, había amanecido nublado y con las horas el cielo se fue tiñendo de un rojo cruel.
Como las plantas de sus pies que sangran de tanto en tanto.
Así le pareció ver al cielo.
Y ahora que descansa y respira y mira por la ventana de las escaleras, escribe. Una ventana chiquita, de metal oxidado, pero lo suficientemente grande para dejarlo mirar el cielo.
Se siente bien. Escribir con lluvia, es como respirar -piensa-.
En definitiva es lo único que le importa.
Eso y su libretita.

Ahora comienza a llover.
(Escribe)

Sangra el cielo y mis pies llenos de llagas.
(…)

Lo hace con fruición. Su letra se cae para los costados, desmayada para el lado izquierdo, lucha contra sí mismo para ponerla de pie, pero como borrachas, las letras se van inclinando lentamente, hasta parecer empujadas por el viento.

Me duele aquí, al medio, donde me parto en dos cada día.
(Escribe con esa grafía marchita y a la vez húmeda)

Si miro lejos, puedo ver la cúpula de la iglesia y el campanario, también unos pájaros volando como si estuvieran tristes de tan lentos. (…)
Es absurdo, pero eso me duele demasiado
El medio. (Anota y describe minuciosamente cómo es ese medio)
Flaco, desinflado, un poco gastado en los bordes, apenas visible a los ojos normales. Una hilera finita, endeble, no se puede decir más.

(Escribe, sin perder la concentración de la mano, intentando no ceder demasiado hacia el lado izquierdo, escarbando con los ojos esa hora de la tarde, en que por fin llueve. Tuvo miedo por momentos que ese acontecimiento de la lluvia sucediera en el subte o mirando la película en el cine, mientras el sopor lo vencía, pero los pies le daban las gracias)

Aun así en tan poco espacio, en mi medio hay una habitación desalojada. (…)
Y en mi medio hay un sol tambaleando en la ventana que me avisa si toca escribir o si toca caminar por las paredes inexistentes de los parques. (…)
Hoy tuve suerte, me pescó llegando a casa.
Son las siete y quince de una tarde cualquiera, salvo que llueve.

Las paredes de enfrente se descascaran cuando la sangre se derrama sobre ellas.
Llueve sangre sobre la ciudad a esta hora de la tarde a diferencia de la última vez que escribí que llovían granos de sal.
Hoy el cielo tiene manos criminales.
(Escribe y se mira los pies, que están a punto de sangrar como la tarde)
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sábado 18 de octubre de 2008
SILENCIO DE OCTUBRE



Placidez - Silvia Manzanero




Hay silencio, sobre todo silencio. Y un sol tibio que me acaricia la cara, obligándome a entrecerrar los ojos según escribo. Esto es octubre, un octubre ya mediado y cálido, de ligero viento sur. Esto es un miércoles de relajado asueto, esto es Laredo, el lugar al que indisociablemente están ligados los veranos de mi primera juventud. Cuando se es joven, se es para toda la vida... dijo Picasso. Para mí, una cuestión de fondo y de forma, lo de ser joven, lo de estarlo; sobre todo de actitud. El modo en que..., esta es la clave. Por eso, ahora que consumo y ya apuro la década de los cuarenta, no me siento mayor, no más de lo que soy.
Este sol y este paisaje me retrotraen a mí mismo en pretérito, con dieciséis, diecisiete años: tostado, con un Levi’s ajustado al cuerpo en un baño de mar, las John Schmidt blancas, el Lacoste. También aquellos eran tiempos de marcas y las marcas nos definían; es decir, nos limitaban. Luego éstas pasaron a un segundo plano y las marcas fueron más morales: de activismo y compromiso social, de rebeldía contra el orden establecido...
Hoy, varios lustros después, mis marcas son otras. No es que uno pretenda estar de vuelta de nada (sigo haciendo muchos caminos de ida), pero ya no se juega gran cosa por una apariencia, del mismo modo en que le ha perdido la fe a la vieja y universalmente joven idea de cambiar el mundo. Suficiente con que el mundo no le cambie a uno. Sucede que ese uno que soy ahora se integra porque es, no porque porta o tiene o ha hecho; y ya está. Se es joven en este momento de otro modo: más sereno, más entero, menos vistoso... y más mayor. Uno explora sensorial e intuitivamente la vida, se abre a la contemplación e incluso (sin ser religioso) a la mística, y camina pertrechado de unas convicciones que le dan un cierto aire anacrónico y atemporal. Uno desea vivir el momento, el aquí y ahora, y apurarlo en su plenitud… Tal y como en este mismo instante de la mitad de una semana de vacaciones, en esta terraza al sol de octubre que me obliga a entrecerrar los ojos de tanta luz, mientras a mi alrededor hay silencio, sobre todo mucho silencio.
Y lo disfruto como si fuera el último. El último sol, el último octubre, el último silencio.
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sábado 11 de octubre de 2008
Grafiti



Sube al coche y arranca deprisa porque la hora se le echa encima. Por dentro corre otro tipo de tiempo. Aún tiene que llegar al centro comercial, recoger ese paquete y volver a la ciudad al lugar donde quedó con ella. En un punto de la carretera sobrepasa un cartel indicador de población que está en el otro lado de la calzada, por tanto, lo que ve de él es su reverso, donde hay escrito un graffiti que dice: “papá, abre los ojos”. Sus pensamientos quedan atrapados en el punto de fuga de esa frase. Edificios, árboles, semáforos, todo va quedando atrás a su marcha, pero la mente anda por algún lugar sin tiempo en una nebulosa extraña que ha aparecido con aquellas cuatro palabras. Luego se ve frente a un rostro. No comprende del todo la mirada, ojos que parece que no vio jamás. Busca una respuesta, un gesto, una expresión, una palabra… al menos una palabra. Le empuja la gana de preguntar. Una sencilla pregunta, una sólamente. Pero no puede, no debe, que sea el otro quien reaccione, no quiere condicionar nada porque no hay nitidez en su razón. ¿Es mucho pedir? ¿Cuántas veces se encuentran respuestas sin necesidad de tenerlas? Ahora sólo pide un gesto, le basta con un leve movimiento de las cejas, con una pequeña contracción de los ojos, una pequeña mueca en la boca, sólo eso. Pero ese otro tipo de tiempo que corre sin transcurso alguno no da ninguna señal. El centro comercial aparece y él se baja, se da prisa en recoger el paquete. Es una bolsa. Vuelve al coche, tira la bolsa al asiento de al lado y arranca deprisa otra vez. Entra en la autopista y pone el cuentakilómetros diez números por encima del límite permitido. Se pone en el carril de la izquierda pero la mitad de su atención está dándole vueltas a las palabras del graffiti, de cuya nebulosa extraña surgen una sucesión desordenada de imágenes diversas. La realidad del paisaje se mezcla con visiones que provienen de la otra mitad en que está dividida su mente. Fachadas de hospital que ve lejanas pero nítidas y precisas. Semblantes poblados de lágrimas. Lamentos llovidos del desencanto junto a amplias visiones de un mar tranquilo. Los colores memorizados de la felicidad y las sombras guardadas de las viejas carboneras de casas antiguas. Y ese rostro no reacciona, no le otorga una simple concesión por inocua que fuera. Y tiempo después, mucho o poco, eso nunca se puede saber en ese clase de tiempo, él abandona. Da un par de pasos hacia atrás y se vuelve, y en el momento de darse la vuelta le parece ver cómo el otro rostro baja la cabeza y sube las manos para taparse la cara y ponerse a sollozar con toda la tristeza imaginable. Eso le parece intuir, pero no quiere volverse y mirar. Cierra la puerta y ya no podrá ver el espejo. Ya está en las calles de la ciudad y se pone en el carril de la derecha. La imagen del cartel con esas palabras pintadas en rojo vuelve a aparecer en su mente, pero esta vez no se detiene ni un instante, sigue su curso hasta desvanecerse en el color también rojo del semáforo. Mira entonces el paso de peatones y ella está allí. Se saludan con las manos. Ella se sube y entonces el tiempo recobra su pulso normal. El semáforo se pone en verde. A él le cuesta unos minutos reducir la aceleración de las cosas hasta el ritmo lógico. Hablan. La música suena no muy alta en el reproductor del coche. Giran a la derecha y toman una larga avenida dividida a la mitad por un paseo donde hay mucha gente caminando. Las ramas de los árboles llenas de hojas atenúan el sol limpio del atardecer. Sabe que recordará más tarde aquella frase de la carretera, y también que volverá en otro momento a abrir la puerta donde está el espejo.
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viernes 3 de octubre de 2008
Medea (Fragmento)

" Medea.-Los hombres dicen que llevamos una vida fácil, seguras en nuestras casas mientras ellos lo arriesgan todo ante la punta de una lanza. ¿Qué saben ellos? Yo preferiría entrar en batalla tres veces con escudo y lanza que dar a luz una sola vez. "

Eurípides.
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viernes 26 de septiembre de 2008
Canto



"Resistiré, erguido frente a todo
me envolveré de hierro para endurecer la piel
y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie"

Me prendo al ganchito que dejó su última palabra. Ese que se retuerce en una vuelta antes del final. Que parece que va y que viene.
Y escucho una canción.
Esta que ahora estamos escuchando.
Me planto en esta versión del Negro Fontova que tiene sabor a tango. Y es roja. Entonces la canto. La voz se me quiebra, no puedo seguir. El viento trae cada vez mas cerca la música, parece de radio. Me gustaría escucharla todo el día, y llorar si fuera necesario, pero sé que tiene un tiempo, unos cuatro minutos y termina.
Me subo igual a la canción, saco mi pasaje de viaje corto, y me la guardo.
Quiero vivir un rato en esa garganta y ser la voz.
Alquilo mi parte y la habito. No me importa nada más que vivir en ella lo que dure su tiempo, temblar como ahora tiemblo, abandonarme en sus brazos, dejarme llevar, remontar vuelo.
Sentirla en mí, compartirla con vos que seguro también sos como ese junco que se dobla pero siempre sigue en pie. Como ese faro que se mantiene erguido ante el temporal.
Voy sentada en un asiento preferencial de este tren cantando, mirando por la ventanilla cómo el paisaje de la vida corre lento.
Soy más fuerte en el vagón de sus estrofas.
Por eso cuando estoy que me rompo, canto.


* Si alguien conoce la autoría de la canción le agradecería me la pase.
Gracias

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sábado 20 de septiembre de 2008
PASARON LAS FIESTAS


Toro vivo - Gustavo Vaca


No siendo uno religioso ni gregario, difícilmente sabe ubicarse en las fiestas patronales de un lugar cualquiera y, ante tal perspectiva, sencillamente las evita. Las fiestas, sí, esa cosa del jolgorio tumultuoso y programado. Pasó agosto, tramitado con esa aceleración de pasadías tan propia de las vacaciones, y no he estado presente en ninguna jarana, pese a tenerlas varias y a tiro de piedra. El mes de Augusto se lleva la palma en algaradas y verbenas, y la vieja Celtiberia se engalana y salpica de banderines y guirnaldas, de liturgias y conmemoraciones. Entre éstas últimas, la más sagrada (que me perdonen todas las Vírgenes de agosto) es precisamente la que más me revienta: la de los toros. Pensar en semejante escenificación me inflama y saca de quicio, pero como no deseo desencajarme huiré de la tentación de pergeñar un panfleto sobre esta incomparable exaltación de la tortura que es la Fiesta Nacional. Qué triste resulta comprobar cómo año tras año se continúa sacralizando este vergonzante espectáculo, en casi todas las fiestas patronales. Este es uno de los motivos que, además y también, me aleja de ellas. Siempre me llama la atención comprobar que muchos de quienes se conmueven al ver en la tele la filmación de un perro cruelmente apaleado por su dueño, y lo insultan y lo llaman de todo, son luego capaces de aplaudir y vitorear en las plazas el lento, sádico y atroz sacrificio del toro.
Así es que, aunque eso del jolgorio (que de holgar viene) tanto me gusta, poco me habrán visto en las fiestas de cualquier lugar. Debería reconocer, y lo hago, que también las ambientan con festivales, conciertos, teatro y otras actividades lúdicas, pero casi prefiero usar de todo esto en otras fechas, cuando no hay ruedos por medio y todo es menos bullicioso... y no tengo que plantearme cuánto del presupuesto del municipio en fiestas se dedica a cosas que tanto me avergüenzan y disgustan.
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sábado 13 de septiembre de 2008
Poniente, cada vez

No sé por qué razón tomo una dirección u otra durante el trayecto, pero lo hago, esto funciona así. Cuando me detengo a pensarlo me parece llegar a creer que lo sé, pero la certeza es una red hecha con los nudos de la duda. En cualquier caso atravieso un vasto territorio sabiendo que mi única referencia es poniente. Los días llevan ese camino, no es posible plantear de otra forma el sentido de la vida. Hay físicos y filósofos detenidos cada poco buscando fórmulas distintas, pero todo consiste en avanzar, aun cuando no se anda. Es así, presiento sin saber. Sé poco, siempre poco, eso me digo cada vez. Y lo digo para mí cuando miro las flores, cuando beso otros ojos, cuando acaricio la piel de aire de otro alma. Y sé que mi mirada tiene de fondo un color triste pero siempre encuentro una sonrisa. A veces llego a lugares extraños, como aquella vez donde estaban diez mil sillas mirando hacia el oeste en una tarde, o aquella donde estaban otras diez mil puestas al este una mañana. Y entonces me sentaba en una sin saber si era azar, voluntad o destino. No importa. Sólo me dejaba estar y seguía después sin conocer el precio de mi ignorancia, el peso de mis propios huesos. Poniente, eso lo sé ¿no es suficiente? También hay llanuras con árboles muertos, y bosques de hoja perenne con el viento esmeralda. Hay niños y hay vacíos. Hay viejos y jardines con hierba sana y cuidada. Hay nidos de penumbras y penumbras anidadas en los ojos, entre cada brillo y entre cada lágrima que se esconde. Poniente, siempre poniente. Y me tiendo cada poco para dejar los labios sobre mis otros poros. Y me pregunto a veces cuánto tengo de mí y de lo que no soy yo pero que también lo es. Y creo advertir, porque sólo puedo creer porque casi nada sé, que no es más que simbiosis. Que no puedo sino fundirme en este y en oeste, en las palabras que a veces salen disparadas al después y en aquellas que rescatan el dolor o la risa de las páginas pasadas. Poniente. Cada vez que levanto la vista me encuentro mirando a poniente, con una mano llena y la otra a medio llenar, siempre a poniente. Y cuando alguien se acerca siempre es lo mismo, me vuelvo y miro. Y cuando miro, siempre me aborda, sin poder evitarlo, mi propia sonrisa. Triste o no, mi propia sonrisa.


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viernes 5 de septiembre de 2008
Paula (Fragmento)

"Tu abuela ruega por ti a su dios cristiano, y yo lo hago a veces a una diosa pagana y sonriente que derrama bienes, una diosa que no sabe de castigos, sino de perdones, y le hablo con la esperanza de que me escuche desde el fondo de los tiempos y te ayude. . . Pienso en mi bisabuela, en mi abuela clarividente, en mi madre, en ti y en mi nieta que nacerá en mayo, una firme cadena femenina que se remonta hasta la primera mujer, la madre universal. Debo movilizar esas fuerzas nutritivas para tu salvación.
(...)
Soy el vacío, soy todo lo que existe, estoy en cada hoja del bosque, en cada gota de rocío, en cada partícula de ceniza que el agua arrastra, soy Paula y también soy yo misma, soy nada y todo lo demás en esta vida y en otras vidas, inmortal."
Isabel Allende
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viernes 25 de julio de 2008
Mi retorno



Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno
-Gardel y Le Pera-
No es difícil imaginar un día de verano, generalmente son muy cálidos, brillantes y verdes. Eso durante el día, por la tarde el sol tarda en esconderse y con su partida las luces se encienden todas juntas en las callecitas mas remotas y un degradé de naranjas y amarillos van abriendo las ventanas y los portales.
Con los ojos cerrados voy pensando cómo sería un encuentro entre los cuatro, el perfume de los jazmines y las madreselvas, al caer la tarde, se vuelve intenso, son una dulce amenaza para el infierno urbano.
No sé allá, pero aquí, así es el perfume del verano.
Hay música en el aire, siempre una voz callejera canta un tango.
Si, acá en Buenos Aires digo, pero estoy pensando en España y también escucho un tango.
No es complejo imaginarlo y al hacerlo, un nudo se me sube a la garganta y se me vuelven traicioneros los pasos que voy dando, es casi real mi pensamiento, me acerco a quien está cantando y después me voy yo con esos versos fatales a otro lado.
Si pienso detenidamente seguro que es alguno de Gardel, pasa el tiempo y lo siguen cantando.
Puede ser Volver…
Y ahí voy “con la frente marchita” adivinando el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno.
Mi retorno de frente marchita, digo en voz alta.
Me sonrío mientras pienso que alguna vez estuve allí, alguna vez antes de nacer.
En mis abuelos estuve, alguna vez vi amanecer en Salamanca, caminé por un sendero pequeñito de Burgos, fui quimera, me subí a los barcos desesperados del mil novecientos buscando yo qué se, lo que nunca tuve allí y ya después aquí, no pude volver, sino hasta ahora, que regreso en pensamientos.
Deambulando, merodeando por unas veredas que nunca pisé, respirando el aire de mis abuelos, trayéndolos conmigo, en mis ojos y en mis pasos.
Así he vivido el sentimiento del retorno, desde la infancia. Una extraña costumbre de sentir que uno es de acá, de esta orilla dulce del Río de la Plata, hecha de mezclas de culturas, pero también de algún otro lado, que se aprendió a querer en las voces del recuerdo de los que se fueron para siempre, dejándolo todo.
De esa tierra pintada por la voz de la melancolía también soy, de esa tierra y sus canciones y sus comidas y sus formas musicales al hablar, soy. Con sus historias de pueblos remotos que me han quedado grabadas para siempre, sin haber estado nunca allí.
Tal vez por esa facilidad para viajar en la imaginación que tuve desde chica, no se me ha hecho difícil entender esta amistad con los tres gatos españoles, algo así como una manera de estar de vuelta en ese otro lado. Como si eso tuviera que ver con el regreso de algún modo.
Eso para mi son ellos, mi humilde retorno.
He regresado con ellos a esa tierra tan familiar para mí y a la vez tan lejana.
Los he imaginado tantas veces en sus escritorios, en sus mesas de trabajo, en sus barrios, camino a sus hogares, con su gente, que me terminaron resultando familiar, tanto como el paisaje del que me habló mil veces mi abuela, el caserón de piedras, perdido en unas sierras verdes con florcitas celestes en el campo y atrás un cielo inolvidable que en nada se parecía al de Argentina, aquél era siempre mas azul, siempre mas alto, siempre sin nubes, era el cielo al que nunca iba a poder volver.
Detrás de las historias de estos tres gatos, detrás de su forma de decir, de sus maneras de ser, yo he regresado.

No sé si alguna vez nos podremos encontrar los cuatro en alguna terracita a tomar un trago, o si sólo quedará en el imaginario un encuentro en un territorio de tejados.
No tiene mucha importancia eso ahora.

Sólo que he llegado aquí pensando en otra cosa, en transcribir algún poema y un algún cuento de mi archivo, pero como vamos a tomar un descanso y me toca a mi subir el último post de la temporada, al sentarme a escribir lo primero que pensé fue en un encuentro de los cuatro. Cómo seria encontrarnos allí siendo ahora verano y de pronto con la misma facilidad que viajaba cuando era chica, me vi en alguna de esas calles, yendo a ese encuentro y bueno, no cuesta nada fantasear un poco.

Lo realmente grato para mi es haberlos cruzado en estas calles, nunca imaginé que también se podía retornar así, da la mano de sus historias, con sus versos y a través de sus miradas.
Este tiempo compartido aquí ha sido un regalo para mí.

Es mi pequeño agradecimiento por la amistad que me brindan, gracias Dédalus, Toro, Zooey, gracias amigos por estar del otro lado, gracias a los que nos siguen con tanto cariño y gracias a este espacio tan cálido que entre todos hemos creado.

Este mes de agosto nos tomaremos un merecido descanso, los gatos españoles van a estar haciendo surf, nadando y disfrutando de los días mas largos y la gata argentina se irá a congelar a un paraje serrano.

Estaremos de regreso en el mes de septiembre.

Un fuerte abrazo.
Deseo desde aquí en nombre de los Cuatro Gatos una pronta recuperación a Pizarr :))
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viernes 18 de julio de 2008
LIBROS



Hay quien colecciona libros que compra y nunca estrena; quien forra con ellos sus estanterías; el que lee de fiado y el falso desmemoriado, que acopia para sí cuantos le prestan; quien los vende a peso, regala por amor o por compromiso, quien los cede a regañadientes... sabiendo que, casi seguro, no tendrán un viaje de vuelta. Los libros dan mucho para leer, pero también otro tanto de que hablar, y cada quien tendría mucho que decir sobre ellos. Yo, por ejemplo, te contaré lo que me sucede: Que tras muchos años de andarme entre libros, hoy me precio de tener una hermosa biblioteca... cada vez más exigua. Llegué a poseer (aunque fueran ellos en realidad los que me tuvieran) cerca de mil doscientos volúmenes. Pero el caso es que, ahora mismo, rondo casi la mitad... Y te confieso que mi meta está en no superar los trescientos. Sí. Cada vez menos tengo, cada vez los mejores. Escribiría diez folios, si fuera el caso, para contarte que, con lo vivido, voy arribando a un punto en que todo me pide vaciarme, desposeerme, quitar contenido a lo superfluo, soltar amarras del discurso arbóreo, volverme esencial. Poco, lo justo; de eso se trata.
Tal vez sucede que esa cosecha de añejas viñas, a la que pertenezco, me hace crecer como un sarmiento, con nudos que se enredan y me deparan extrañas maneras de medrar que nunca antes concebí. Ahí estoy, en ese punto; es decir, de la vida. Y ahora , aquí, contigo... y desde aquí te escribo: desde mi estudio, junto a los todavía demasiados cientos de volúmenes que te comento. Y, entrado en explicaciones, pienso que tendría mucho que cambiar mi mundo interior, para llevarme a transitar por la vida amarrado a mis pertenencias. Creo, cada vez con mayor convicción, que cuanto existe a mi alrededor, y aún todo, vive en mí. Incluso mis más preciados libros.
Y sospecho que hasta lo más sagrado, sin mí, probablemente dejaría de existir.


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