jueves, 1 de enero de 2009

D. Salinger llega a los 90 años con más de cuatro décadas de silencio literario
Uno de los escritores más influyentes de Estados Unidos, Jerome D. Salinger,
cumple años este jueves 1° de enero sumido en la reclusión que eligió desde el comienzo de su carrera. Autor de un puñado de títulos memorables como El guardián entre el centeno (traducida al castellano también como El cazador oculto) y Franny y Zooey, dejó de publicar hace cuatro décadas. SALINGER POR DOS. Un par de las pocas imágenes que se conocen del escritor estadounidense. Su negativa a las entrevistas y su rechazo del escrutinio de su vida privada que se han mantenido hasta hoy.






"Me gusta escribir. Amo escribir", dijo Jerome D. Salinger en 1974 en una de sus raras entrevistas con The New York Times. "Pero escribo sólo para mí mismo, y para mi placer".

Este desdén por la publicidad y la empecinada defensa de su vida privada, tan alejada del culto a la exhibición y la fama de la cultura actual, han rodeado a Salinger de un misterio que los medios han retratado en artículos ocasionales.

Salinger tenía ya 32 años de edad cuando debutó en 1951 con El guardián entre el centeno, una historia de un adolescente rebelde y sus experiencias quijotescas en Nueva York, que encumbró al escritor a lo más alto de la escena literaria.

Su descripción de la alienación del protagonista, Holden Caufield, y la pérdida de inocencia de los adolescentes y su paso a la vida adulta, ha probado su perdurabilidad: aun ahora se venden cada año unos 250.000 ejemplares.

La primera edición de la novela, que fue controvertida por la libertad con la que describía la sexualidad y la rebeldía adolescente, puede encontrarse en eBay a precios que superan los 1.300 dólares.

Salinger no ha publicado otro trabajo literario con su firma desde la novela Hapworth 16, 1924, que apareció en The New Yorker en junio de 1965. Y no ha concedido entrevistas desde 1980.

El autor, hijo de un judío próspero importador de quesos kosher y de una escocesa-irlandesa convertida al judaísmo, creció en un apartamento de Park Avenue, en Manhattan, estudió durante tres años en la Academia Militar de Valley Forge y en 1939, poco antes de que lo enviara el Ejército a la guerra, tomó una clase sobre cuentos cortos en la Universidad de Columbia.

Como soldado de infantería, Salinger participó en el desembarco aliado en Normandía en 1944 y durante sus primeros meses en Europa se las arregló para escribir cuentos.

De sus mayores, Salinger consideraba a Ernest Hemingway, a quien conoció en París, y a John Steinbeck, como escritores de segunda categoría, pero expresó su admiración por Herman Melville.

En 1945, Salinger se casó con una médica francesa de nombre Sylvia, de la cual se divorció. En 1955 se casó con Claire Douglas, unión que concluyó también en divorcio en 1967, cuando se acentuó la reclusión del escritor en su mundo privado y su interés en el budismo zen.

Las primeras historias cortas de Salinger se publicaron en revistas como Story, Saturday Evening Post, Esquire y New Yorker en la década de 1940, y la primera novela El guardián entre el centeno se convirtió de inmediato en la selección del Club del Libro del Mes y le atrajo enorme elogio internacional.

La fama envió a Salinger a la evasión de la atención pública, su renuencia a las entrevistas y su rechazo del escrutinio de su vida privada que se han mantenido hasta ahora.

En 1953 publicó una colección de cuentos cortos Nine Stories; en 1961 otra novela Franny y Zooey, y en 1963 una colección de novelas cortas Raise High the Roof Bean, Carpenters and Seymour: An introduction.

Durante la década de 1980, el escritor estuvo envuelto en una prolongada batalla legal con el escritor Ian Hamilton quien, para la publicación de una biografía, usó abundante material epistolar de Salinger.

Una década después, la atención mediática que tanto rehuía volvió a posarse en el autor, debido a la publicación de dos libros de memorias escritas por dos personas allegadas a él: su ex amante Joyce Maynard y su hija Margaret Salinger.


Fuente: EFE









AUTOR DE 'EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO'
Salinger, el literato esquivo, cumple 90 años
Participó en el desembarco de Normandía antes de ser un autor reconocido
Perturbados como Mark Chapman o John Hinckley se cuentan entre sus lectores
Dejó de hablar a su hija porque ésta decidió publicar unas memorias
'No publicar me reporta una maravillosa sensación de paz', afirmaba en 1974

J.D. Salinger en su juventud. (Foto: AP)
Actualizado miércoles 31/12/2008 18:13 (CET)
FRAN CASILLAS
MADRID.- Escribe, pero no publica ni una sola palabra desde hace más de cuatro décadas. Respira, pero apenas existen pruebas mediáticas de sus constantes vitales desde que a principios de los 80 concediera su última y furtiva entrevista. J.D. Salinger, autor clave de la literatura contemporánea, guarda su intimidad con un celo rayano en lo enfermizo. El fantasmagórico escritor neoyorquino, artífice de la inolvidable 'El guardián entre el centeno', cumple este jueves 90 inviernos, inmerso en la impenetrable aura de enigma y reclusión que lo ha rodeado siempre.

Uno de los pocos paréntesis en su perpetua huelga de sociabilidad se produjo en 1974, cuando Salinger concedió —vía telefónica— una insospechada entrevista a Lacey Fosburgh, de 'The New York Times'. En aquella conversación, el escritor revelaba que "me gusta escribir. Vivo para escribir. Pero escribo para mí mismo y para mi propia satisfacción. No publicar me reporta una maravillosa sensación de paz. Publicar es una terrible invasión de mi privacidad. Sólo intento proteger a mí mismo y a mi trabajo".

Esbozar un perfil de Salinger es tan arriesgado como pintar 'La Gioconda' entre tinieblas. Es conocido que en 1942, poco después del bombardeo japonés en Pearl Harbor, se ofreció voluntario para entrar en combate. En un primer momento, el Ejército lo rechazó a causa de una afección cardíaca, pero su intervención en la guerra terminó siendo destacada.

Salinger participó en el desembarco de Normandía y en la subsiguiente liberación de Francia, donde conocería a Sylvia, su primera y efímera esposa. Ella era funcionaria del Partido Nazi, y se enamoraron después de que Salinger la detuviera. El matrimonio se rompió al cabo de apenas unos meses, los que tardó el escritor en aborrecerla hasta la médula.

Para entonces, su apellido ya empezaba a pronunciarse con cierta veneración en los círculos literarios norteamericanos. Prestigiosas revistas como 'The Saturday Evening Post' o 'New Yorker' habían publicado alguno de sus relatos cortos, piezas que permitían atisbar las hechuras de su demoledor debut novelístico: 'El guardián entre el centeno', de 1951.

Una obra maestra perseguida por la polémica
El libro congela en el tiempo retazos de la juventud de Holden Caulfield, adolescente rebelde que constituye sin duda uno de los personajes más emblemáticos jamás creados en literatura. Su huida de fin de semana a Nueva York, su frustrada tentativa de contratar a una prostituta o sus destellos de incipiente madurez atormentada vertebran una fábula urbana que fusiona inocencia y sordidez de manera tan cruda como irresistible.


El autor, sorprendido a la salida de la compra. (Foto: Paul Adam)
Aquella primera y última novela catapultó a Salinger a la fama, y le ha servido para perpetuar su reputación cautivando generación tras generación a innumerables lectores. Un cuarto de siglo después de su publicación, la obra continuaba facturando 250.000 ejemplares en EEUU, y un ejemplar de la primera edición se cotiza a más de mil dólares en eBay.

Celebridades como Bill Gates, Winona Ryder o Pete Sampras la citan como su novela favorita, un rasgo que comparten con nueve de cada diez desequilibrados mentales y psicóticos en potencia.

La leyenda urbana, más que unos datos fiables, es la que otorga solidez a esta poco rigurosa estadística. Pero se antoja complicado ignorar que Mark Chapman, asesino de John Lennon, llevaba una copia de 'El guardián entre el centeno' cuando fue arrestado. Ya en prisión, Chapman no se cansaba de recomendar la lectura del libro, pues "ayudaría a muchos a entender lo que pasó".

A crear el halo macabro que hoy rezuman las páginas de la obra también contribuyó un lector como John Hinckley. Actualmente retenido en una institución psiquiátrica, este sujeto vivía obsesionado con Jodie Foster, a quien acosaba y cuya intención trataba de acaparar desesperadamente. En 1981, Hinckley intentó asesinar al presidente Ronald Reagan para impresionar a la actriz.

En cierto modo, no es de extrañar que semejante carta de presentación le supusiera a 'El guardián entre el centeno' la etiqueta de libro maldito. No faltaron en su momento las peticiones de censura, aunque la novela es hoy en día lectura obligatoria en muchos institutos estadounidenses.

Tras esta letal estocada de prodigiosa narrativa, Salinger profundizaría en sus talentos con 'Nueve cuentos', una recopilación de magistrales relatos que llegó a las librerías en 1953. Habría que esperar hasta 1961 para la publicación de 'Franny y Zooey' y dos años más para 'Levantad, carpinteros, la viga maestra y Seymour: una introducción'.

El escritor que no publica
Y después, el vacío. No se trata del esperpento de Axl Rose con 'Chinese democracy'. No, se trata de más de 40 años de silencio en los que no ha publicado absolutamente nada.

La localidad de Cornish, en el estado de New Hampshire, fue el lugar elegido por Salinger para su retiro de la vida pública, un aislamiento en el que se entregó a la meditación zen antes de que el budismo se pusiera de moda.

Se rumorea que Salinger, protector a ultranza de su intimidad, recibe a las visitas indeseadas con una escopeta

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En 1955 se había casado con Claire Douglas, de la que se divorció 12 años más tarde. Entonces, el hombre que admiraba a Melville y menospreciaba a Hemingway o Steinbeck se volvió todavía más huraño. Los rumores sugieren que Salinger siempre está presto a recibir visitas indeseadas descorchando su escopeta.

Y seguro que no le faltaron ganas de administrarle una dosis de pólvora a Paul Adam, el fotógrafo que a traición y a la salida del supermercado inmortalizó a Salinger, en la única imagen que existe del autor aparte de unas pocas correspondientes a su juventud.

Buena parte del atractivo de Salinger radica precisamente en ese carácter hermético e inaccesible que contadas personas han logrado derribar. El autor sólo había concedido una entrevista, a una joven de 16 años que trabajaba para un periódico escolar, antes de autorizar la ya mencionada conversación con Lacey Fosburgh.

Fobia a las entrevistas
La otra fémina que logró doblegar la resistencia de Salinger fue una tal Betty Eppes, reportera del 'The Baton Rouge Advocate'. Eppes consagró sus vacaciones estivales de 1980 a asediar a Salinger. Le dejó un mensaje en la estafeta de correos asegurando que no era una vulgar periodista, sino una escritora principiante interesada en intercambiar puntos de vista sobre literatura. Por supuesto, y aunque este dato queda nuevamente envuelto en los difusos contornos del mito, tampoco olvidó mencionar que era una pelirroja alta y de ojos verdes.


Portada de las memorias escritas por Peggy Salinger.
Y es que las mujeres parecen ser una de las debilidades de Salinger, cuya tercera y actual esposa, Colleen, es varios años menor que él.

Sea como fuere, Eppes logró arrebatarle a Salinger un par de fotos borrosas y con gafas de sol y una serie de respuestas insustanciales. La periodista le envió a Salinger una copia del artículo que finalmente se publicó, y la réplica de él fue, cómo no, desconcertante: un pedido de dos mochilas escolares envueltas en papel de regalo y que, tal y como anunciaba el 'New Yorker' del mes, debían ser enviadas desde Dinamarca a cambio de 16,50 dólares. Inexplicable.

Las memorias de la discordia
Más enérgica fue la réplica de Salinger al intento de Ian Hamilton de publicar una biografía del escritor, conato paralizado por un tribunal en 1987. Lo que no pudo evitar Salinger fue el lanzamiento, en los 90, de dos libros escritos por su ex amante Joyce Maynard y por su propia hija Peggy Salinger.

Ambas obras coinciden en reseñar la misoginia y las supuestas depravaciones del autor. Su hija, concretamente, dedicaba pasajes enteros de 'El guardián de los sueños' a describir la afición de Salinger por las 'nínfulas', sus flirteos con la Cienciología, su adicción a la telebasura, las palizas a su esposa o su hábito de beberse su propia orina.

Al filo de la irrealidad, en los confines limítrofes de la paranoia y el genio, J.D. Salinger continúa garabateando letras y abasteciendo sus polvorientas estanterías de historias inéditas. "Mi intención no es necesariamente publicar a título póstumo", aseveraba en su entrevista con Fosburgh.

Quizá ordene quemar páginas y telarañas. Entonces sólo quedará desear que Salinger tenga a su Max Brod particular para desobedecer sus últimos deseos, para incordiarle en la tumba robándole esa "paz que da el no publicar".

(EN DIARIO EL MUNDO, DE ESPAÑA)














Salinger es un tipo peculiar, uno de esos escritores de culto que, de pronto, se encierran dentro de su caparazón y quieren desaparecer del mapa, lo cual contribuye más aún a su leyenda. Cuando pienso en Salinger, recuerdo a Vila-Matas y su libro Bartleby y compañía, donde habla de todos esos autores que, como el famoso personaje de Melville que da título a la obra, un día deciden que “preferirían no hacerlo” y dejan de escribir o, al menos, dejan de publicar. Imagino que lo que le ocurrió a Salinger fue que tras el éxito de El guardián entre el centeno le entró pánico ante las consecuencias de ese éxito: la invasión de su intimidad, algo contra lo que luchó desde entonces, aunque por desgracia sus amigos trataron de publicar las cartas que él les enviaba y su propia hija, no hace tanto, escribió unas memorias miserables sobre él.


Que Salinger es un tipo raro ya se sabe. Que es un ser atormentado, también. La causa de este tormento pudo haber sido la Segunda Guerra Mundial. Se vio obligado a alistarse y se dice que ya nunca volvió a ser el mismo. Este tema (las secuelas de la guerra) es muy frecuente en Nueve cuentos. En Un buen día para el pez plátano el protagonista es un hombre que regresa loco de la guerra, en El tío Wiggily en Connecticut una mujer está desequilibrada tras haber perdido en el frente a su novio y en Para Esmé, con amor y sordidez, el protagonista es un soldado atormentado.


Otra de las constantes de estos relatos (lo vemos también en El guardián entre el centeno) es el mundo de la infancia y la adolescencia. Salinger suele criticar la educación represiva de los niños y el modo en el que los idiotizan los adultos o bien los obligan a crecer antes de tiempo. Saliger parece preocupado por mantener a los niños inocentes e infantiles. Es maravillosa, por ejemplo, la candidez de la niña de Un buen día para el pez plátano frente a la locura del personaje masculino. En cambio, la niña del relato Para Esmé, con amor y sordidez parece una mujer pequeña metida dentro de un cuerpo de niña, por lo que choca al lector y le resulta incluso preocupante.


Siempre me ha gustado de los relatos de Salinger el uso que hace del diálogo (algunos creen que es un abuso). Me gusta el modo en el que muestra lo frívolo y superficial de la sociedad de su época a través de esas conversaciones tontas que sirven de telón de fondo a la verdadera tragedia que se cuece en cada una de las historias. Y la sencillez, sobre todo la sencillez con la que escribe, que convierte en un placer la lectura de sus relatos.
Publicado por Marta María López |
Etiquetas: SALINGER

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