domingo, 2 de noviembre de 2008

Molinos de viento. Antes de este encuentro con Natu estuvimos almorzando con Elvira González Fraga, la presidenta de la Fundación Sábato. Y hablamos de Sábato, claro, de su entusiasmo por crear desde esa fundación espacios de debate y libertad, y por crear bienestar entre los desfavorecidos. Ahora funcionan comedores para gente necesitada, y me contó Elvira que están preparando una red de molinos de viento para aliviar necesidades de agua allí donde es más necesaria en este país donde te ahogas en el Paraná pero te mueres de sed en Santa Fe, por ejemplo. Elvira transmite serenidad y entusiasmo; es, como se dice en El chino del dolor, de Peter Handke, una mujer que consiste de preguntas, pero ahí va, también con las respuestas, tratando de acomodar ese entusiasmo a la realidad de un país que Sábato contempla desde la imaginación con la melancolía rabiosa de sus libros. Estuvimos hablando de amigos comunes, como José Saramago, cuyo blog se cita aquí tanto, y que está lleno del vigor de los buenos blogueros. Ayer hablaba en su blog de Rita Levi-Montalcini, la casi centenaria científica italiana, cuya vitalidad es un ejemplo para los que hacen de la edad una frontera. Pues Saramago y Sábato son ese mismo ejemplo, vitalidad, capacidad para mirar más allá de la edad, más acá de la vida.

Y para vitalidad la de Vicente Todolí. Me lo encontré en el Centro Cultural Español de Buenos Aires, con Lidia Blanco, su directora. El director de la Tate Modern, el hombre que más subraya libros, que lee con fruición y con alegría, está acá dando unos talleres, que prolongará en Chile.
Lo dejé camino de esos talleres, y yo me vine a leer y a pensar en ese cuento de García Márquez que nos han vuelto a contar, "Algo muy grave va a pasar en este pueblo". No se fíen, no se vayan.

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