miércoles, 12 de noviembre de 2008

EL SUPLICIO DE TÁNTALO.

Mitología
El suplicio de Tántalo
Un castigo que lo llevó a lo profundo del inframundo
Por Red Blogia, en 29 de Septiembre de 2008
En la mitología griega, Tántalo era el rey de Frígia o del monte Sípilo en Lidia (Asia menor) Era hijo de de Zeus y la oceánide Pluto, hija de Cronos. Tántalo se casó con Dione, hija del Cielo y de la Tierra, y fue padre de Pélope, Níobe y Broteas. Sin embargo, también se dice que su esposa pudo ser Euritemista, una hija del dios-río Janto, Eurianasa hija del dios-río Pactolo, o Clitia hija de Anfidamante.



Tántalo - imagen subida por Dominik Hundhammer a Wikipedia, autor Francisco de Goya.

Tántalo es un personaje muy conocido en la mitología griega por el castigo que le fue impuesto, y que lo convirtió en unos de los habitantes del Tártaro, la parte más profunda del inframundo, reservada al castigo de los malvados.

Tántalo era un rey amado por los dioses, tanto era el cariño que le tenían, que hasta lo invitaban a participar de sus festejos en el Olimpo. Pero ellos no sabían que Tántalo ocultaba sentimientos oscuros y que también era un pillo redomado. En una ocasión robó Néctar y Ambrosía (bebida y alimento de los dioses) del Olimpo, para repartirlos entre sus amigos y concubinas.




En otra ocasión, se encargó de divulgar entre los mortales secretos de los dioses y juró en falso ante el dios Hermes. Incluso, llegó a negar la divinidad de Apolo (el Sol) asegurando que sólo era una bola de fuego; y luego raptó a Ganimedes, el príncipe frigio que era tan hermoso que Zeus, enamorado de él, se convirtió en águila para raptarlo y llevárselo al Olimpo.

Pero estas fechorías de Tántalo quedaron cortas cuando los dioses, que andaban de viaje por el Asia Menor, le pidieron hospedarse en su palacio, y Tántalo, queriendo agradecer esta visita, los invitó a un fastuoso banquete que organizó en el monte Sípilo, en el que no escatimó gastos. Pero llegado un momento se dio cuenta que no sería posible alimentar a todos y urdió un terrible plan con el que pretendió engañar a sus comensales. En lo que constituye un arquetípico rito de iniciación chamánica, tomó a su pequeño hijo Pélope y lo descuartizó, luego coció sus miembros y los sirvió a los invitados presentándolo como un exótico platillo.



Representación del Inframundo - subida a Wikipedia por Tttrung, origen: PDimages.com

Los dioses, que habían sido advertidos del crimen que había cometido Tántalo, evitaron tocar la ofrenda. Lamentablemente, sólo Deméter, afligida por la reciente pérdida de su hija Perséfone, a quien Plutón había raptado y llevado a los Infiernos, no se percató de lo que estaba ante ella y se comió el hombro izquierdo del desdichado Pélope. Contrariado por lo que había sucedido, Zeus ordenó a Hermes que reconstruyera el cuerpo del pequeño y lo volviera a cocer en un caldero mágico, sustituyendo su hombro perdido por uno forjado de marfil de delfín, el cual había sido hecho por Hefesto y ofrecido por Deméter, y luego lo resucitó haciéndolo más hermoso de lo que era antes, las parcas también contribuyeron a añadir nuevas cualidades en el hijo de Tántalo. Posteriormente, para reforzar su iniciación en los misterios divinos, Poseidón secuestró al nuevo Pélope y lo llevó al Olimpo, haciéndolo su amante.

Viendo que había sido descubierto, Tántalo huyó y vivió escondido durante un buen tiempo, pensando que ocultándose podría escapar del castigo que le esperaba. Pero, fiel a sus malas costumbres, cometió un último crimen que terminó por colmar la paciencia de los dioses. Cuando Pandáreo robó el mastín de oro, que había sido construido por Hefesto para ser regalado a Rea, quien usó a este perro para proteger al recién nacido Zeus, se lo dio a Tántalo para que lo ocultara. Una vez pasada la alarma inicial, sin que se supiera nada del perro, Pandáreo le pidió que se lo devolviera, pero Tántalo le juró por Zeus que nunca había oído hablar de él, otra versión invierte los papeles y señala que Tántalo era el ladrón y que Pandáreo fue quien ocultó al perro.

Enterado de este nuevo delito, Zeus montó en cólera al saber no sólo que había sido víctima de un robo, si no que habían jurado en su nombre para encubrir el hurto. Zeus aplastó a Tántalo con una roca que pendía del monte Sípilo y lo mató, luego dejó en ruinas su reino. Pero el castigo no terminó cuando fue aplastado por la roca, después de muerto, Tántalo fue eternamente torturado en el Tártaro por los crímenes que había cometido.

En lo que constituye actualmente un ejemplo proverbial de tentación sin satisfacción, el castigo de Tántalo consistió en estar en un lago con el agua a la altura de la barbilla, bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas. Cada vez que Tántalo, desesperado por el hambre o la sed, intenta tomar una fruta o sorber algo de agua, éstos se retiran inmediatamente de su alcance. Y Tántalo sueña con asados y néctares, dispuestos en una gran mesa preparada sólo para él. Pero nunca los logra alcanzar por más que se esfuerce. Además pende sobre él una enorme roca oscilante, que amenaza con aplastarle para expiar todos los crímenes que había cometido.

Cuando fue adulto, Pélope heredó el reino de Lidia y posteriormente se casó con la bellísima Hipodamia, la que en otra versión de la historia se casó con Piritoo y durante su boda ocurrió la batalla fenomenal de los Centauros con los Lapitas. Pélope fue también un héroe epónimo, dio su nombre al Peloponeso, la península meridional de Grecia, y también traicionó a Mírtilo en un incidente en el que terminó perdiendo la vida. Antes de morir, Mírtilo maldijo a Pélope, ocasionando que años más tarde su familia sea destruida.

Según los expertos en mitología, el significado del mítico suplicio de Tántalo, además de la severidad del castigo que merece el parricidio, consiste en que el hombre por su misma insensatez, se priva de todo lo que tiene al alcance de la mano. El castigo de Tántalo también representa las frustraciones sufridas por aquellas aspiraciones insatisfechas, y la dualidad contradictoria que existe entre la voluntad de la autonomía y el persistente complejo de culpa en el hombre.

No hay comentarios: