sábado, 15 de noviembre de 2008

JOAQUIN MACHADO DE ASSIS - EL ALIENISTA

JOAQUÍN MACHADO DE ASSIS: El alienista


Joaquín Machado de Assis nació el 21 de junio de 1839 en el Morro do Livramento, uno de los cerros que rodean Río de Janeiro y que actualmente es una zona de favelas a la que resulta en extremo peligroso y desa- gradable subir caminando por esos senderos de miseria y violencia. Su padre, mulato y descendiente de esclavos, era pintor de brocha gorda y dorador; su madre, de origen portugués, había nacido en una isla de las Azores.

Desde estos antecedentes, la crítica ha elaborado una historia en la que este muchacho humilde, zambón, de piel oscura, logró realizar una vertiginosa carrera que lo encumbró, gracias a continuas luchas y una enorme paciencia ante las humillaciones, hasta las más altas cumbres de la cultura y la sociedad brasileña. Y si se agrega la epilepsia como otro de sus rasgos constitutivos, la imagen del genio labrando su destino por sí mismo es casi perfecta. El perfecto self made man.

Sin embargo, como indica el crítico brasileño Antonio Candido, lo que convendría resaltar es la facilidad como fue subiendo y mereciendo los más altos reconocimientos. Y no fue una excepción: durante el imperio colonial, hombres negros y pobres, no sólo recibieron títulos portugueses de nobleza, sino que también desempeñaron altos cargos en la organización colonial. La de Machado fue una vida plácida, según Candido: tipógrafo, periodista, modesto oficinista, funcionario de alto nivel, fundador y primer presidente de la Academia Brasileña de Letras, y, desde los cincuenta años, “el escritor más importante del país, y objeto de tanta reverencia y admiración general como ningún otro novelista o poeta brasileño lo fue en vida, ni antes ni después.”

La carrera literaria de Machado de Assis se inició en 1861, al cumplir veintidós años, con la publicación de una aparente traducción y una fantasía dramática. Antes, a los quince años, se había presentado a la tertulia del librero y editor Francisco de Paula Brito con un poema que nadie creyó que fuera escrito por él. Desde entonces frecuentó a los más importantes literatos del Brasil y colaboró con la revista del cenáculo, la Marmota Fluminense.

Por lo general se considera como una primera época de su obra la que va desde los quince o los veintidós años de edad hasta 1880, cuando se inicia la publicación en folletín de las Memorias póstumas de Bras Cubas y se inicia la andadura de quien llegaría a ser el máximo escritor del Brasil, el más importante escritor latinoamericano del siglo XIX, y un escritor de relevancia mundial que, como sostiene Susan Sontag, no ha merecido ese reconocimiento por ser brasileño y haber pasado toda su vida en Río de Janeiro, aparte, dice, de que en Latinoamérica jamás se lo leyó ni se le dio la importancia que merecía por haber escrito en portugués y no en castellano*.

*En su artículo, Susan Sontag se equivoca sobre los años de traducción al castellano de la obra de Machado de Assis; fue a principios del siglo XX, y no en los años 60, una década después de las traducciones al inglés. Las Memorias póstumas…, por ejemplo, se publicaron en castellano en 1904. (N. del E.)


Machado de Assis dejó una muy amplia obra, fruto de medio siglo de trabajo literario, en la que se contabilizan obras de teatro, poesías, prólogos, críticas, discursos, más de doscientos cuentos y varias novelas. Entre los cuentos hay más de una decena que son de lo mejor que se ha escrito en portugués; y entre las novelas, tres que alcanzan cimas desconocidas para la literatura escrita en castellano durante el siglo XIX: las Memorias póstumas de Bras Cubas (1880), Quincas Borba (1891) y Don Casmurro, considerada por una parte de la crítica como su obra maestra.

La vida de Machado de Assis fue en verdad tranquila y fácil. Siempre tuvo a su lado a escritores y personas de buena posición social y económica, apoyándolo. A pesar de la oposición familiar a su boda con una joven portuguesa, hermana del poeta Francisco Xavier de Novais, el matrimonio resultó un acierto y la esposa desempeñó un papel fundamental en la vida y en la obra de su esposo.
Por otra parte se sabe que fue un hombre en exceso formal, amigo de mantener las distancias, convencional, de una vida privada muy protegida. Se dice que lo único que le faltó en la vida fue un hijo.

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Dentro de la obra de Machado de Assis destaca de manera especial El alienista, novela corta que fue lo primero que escribió en la segunda etapa de su vida literaria. En ella, como en toda su literatura posterior, hay una constante preocupación por los límites conflictivos que pueden establecerse en los actos de la vida humana. El tono bromista, mesurado, irónico, incluso estrafalario, oculta de alguna forma el verdadero trasfondo de lo narrado. En este aspecto, resulta que el escritor era en verdad un ser atormentado, lleno de dudas, pesimista, y angustiado por una sociedad que no llegaba a entender del todo y con la que prefería jugar inventando un mundo formal en el que cada cosa está en su sitio, en que no existe nada con lo cual escandalizarse, y en el que las pequeñas alteraciones suelen remediarse antes de que alcancen dimensiones irreparables.

Es verdad que nosotros podemos leer la obra de Machado de Assis desde otra perspectiva que la de sus contemporáneos. Para ellos todo lo firmado por él llevaba el sello del convencionalismo y la garantía de respetar los valores morales de la época: era una lectura para todos, absolutamente inofensiva, neutral, sin aspavientos. Basta raspar un poco para que caiga el oropel y nos encontremos en un mundo en el que la realidad resulta igualmente afectada por la verdad o la imaginación. Los hechos se suceden teniendo bajo ellos unas fuerzas más potentes que la simple voluntad. Cuentos al parecer tan sencillos como “Un hombre célebre”, “La causa secreta”, “Singular ocurrencia” poseen una terrible tragedia, oculta por el aparente despego e indiferencia del narrador.

El admirado compositor de música popular destrozado por su incapacidad de lograr componer una obra seria, trascendente; el marido que tras sus amabilidades esconde un sádico en plena actividad; la fiel mujer que se entrega al primer vagabundo con el que se cruza por la calle, no son argumentos inocentes.

Incluso un cuento al parecer tan ambiguo y simplón como la relación que se establece entre la señora de la casa y el muchacho provinciano en “Misa de gallo”, es de una fuerza erótica extrema que se diluye en la nada, en la aparente y simple anécdota.

El alienista muestra en sus pocas páginas un resumen de las principales preocupaciones no exteriorizadas de Machado de Assis. La identidad, la separación entre lo normal y lo anormal, la lucha y los trasfondos políticos, la relación matrimonial, la amistad, las preocupaciones sociales, el dinero, el status.

La historia es simple, un médico brasileño, graduado en Lisboa, rechaza las propuestas de ser médico de la corte o catedrático universitaria para regresar a su pueblo natal y dedicarse al estudio y la experimentación científica.

Su especialidad es la psiquiatría. Con el fin de estudiar y remediar los males de la locura, construye un manicomio, la Casa verde, en la más bella calle de Itaguaí, y se le abren cincuenta ventanas, pintadas de verde en cada cara del edificio. Con la subvención del Ayuntamiento y el pago de los internados pudientes, se inicia la gran obra que comienza, como era de esperar, con la reclusión de cualquier persona que exteriorizase el menor signo de anormalidad.

Estos límites se van ampliando y llega un momento en que prácticamente la totalidad de la población debería ser internada. De ahí el psiquiatra, el sabio Simão Bacamarte, llega a la conclusión de que la anormalidad es la normalidad, y libera a los primeros locos para internar a los supuestos cuerdos. Finalmente, es el propio psiquiatra quien se autoencierra en el manicomio con el convencimiento de que el único loco del pueblo es él.

Esta historia, en su línea central, resulta graciosa. Machado de Assis le va creando una serie de envolturas -que ahora suele llamarse la técnica narrativa “cebolla” o “reloj de arena”- para crear un denso y subterráneo mundo de conflictos humanos y sociales.

A pesar de que haberse calificado la obra como precursora de la antipsiquiatría -“el loco es loco porque así se le define”-, El alienista es algo más, bastante más que un caso médico.

Es la relación del psiquiatra con su esposa, que no le puede dar hijos y a quien envía de paseo a Río de Janeiro; la relación con el boticario, quizá su único amigo en el pueblo; su actitud ante “el golpe de estado”, causado por la cantidad de ciudadanos encerrados, liderado por el barbero; su relación con el Ayuntamiento, la fuerza política del pueblo, a quien debe convencer de la bondad de su proyecto médico; su relación con la autoridad religiosa, el párroco del pueblo. En fin, lo que se va erigiendo en nuestra lectura es un microcosmos solapado en el que se encuentran convocadas todas las fuerzas sociales y se plantean las relaciones elementales del trato humano. Y todos, de la esposa al cura, terminan encerrados en la Casa verde.


El lector sonríe ante lo que le van contando con un tono amable, elegante, sin altibajos, suave e inalterable, sin exclamaciones o juicios morales, en lo que todo se desenvuelve como si fuera una broma. Al final resulta que el loquero era el único loco. Y se cierra el libro.

Debe reconocerse que ha sido una mala lectura. Habría que volver a abrirlo y comenzar de nuevo, con el espíritu atento, y sabiendo que en esta historia tan simple hay mucho mayor trasfondo que el que aparenta.

Soler de Terrades, Moía, 2008

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