lunes, 1 de septiembre de 2008

DILEMAS EN EL CEREBRO.
En el futuro será posible leer el pensamiento y tal vez
llegar a modular el comportamiento. La puerta a un
mundo insospechado está abierta.
MILAGROS PÉREZ OLIVA 30/08/2008

la vista de los avances en neurociencia que hemos visto
en el Picower Institute, está claro que algún día,
seguramente no muy lejano, será posible leer el
pensamiento, o por lo menos, porciones de pensamiento.
Y modular el comportamiento, lo cual abre la puerta a
un mundo insospechado. Las investigaciones más
recientes en el campo de la neurociencia tienen que ver
con la localización del comportamiento y el juicio
moral. Para hablar de ellas vamos a dejar el MIT, vamos
a cruzar el río que separa Cambridge de Boston, y vamos
a dirigirnos a la Facultad de Medicina de Harvard,
concretamente al Berenson-Allen Center for Non-Invasive
Brain Stimulation.
Les aconsejo que me sigan porque
vamos a encontrarnos con uno de los científicos que más
ha trabajado, y meditado, sobre el cerebro, y
seguramente una de las personas con más capacidad de
estimular las neuronas... hablando de neuronas.

Es Álvaro Pascual-Leone, director del Berenson-Allen
Center. Se educó en el Colegio Alemán de Valencia, lo
que le permitió estudiar Medicina en Friburgo
(Alemania), pero se fue a Estados Unidos a
especializarse en neurología con un propósito muy
claro: dedicarse a la investigación.

-¿Tan claro lo tenía?

-Sí, absolutamente. En ese momento no pensaba en
ejercer como neurólogo, aunque luego le he tomado gusto
a tratar a los enfermos. Quería investigar el cerebro
porque me interesaba la filosofía y tenía muy claro el
tipo de preguntas que quería hacer.

Mientras estudiaba neurología en Minnesota asistió a
una conferencia de Anthony Barker sobre una nueva
técnica que acababa de desarrollar, la estimulación
magnética transcraneal. De eso hace 22 años y no
recuerda cuántas veces la ha aplicado, pero ha podido
cumplir con creces su deseo de adentrarse por los
dominios donde la neurología se encuentra con la
filosofía.

Los experimentos con estimulación magnética son
realmente sorprendentes. Veamos uno sencillo: te
colocan en la cabeza un artilugio un tanto extraño pero
en absoluto amenazante, que el investigador va
orientando hasta encontrar el área de Broca, la zona
del cerebro que controla el habla. Cuando la localiza,
te pide que le expliques una historia. Mientras estás
hablando, activa un mecanismo y sientes como una
pequeña descarga. No duele, sólo notas que algo extraño
ocurre en tu boca. Las palabras no te salen. Sabes muy
bien lo que quieres decir, pero tu garganta no
responde. Es como una de esas pesadillas en las que
basta una palabra para que se abra la puerta que te
salvará de tus perseguidores, ¡y no hay manera de
pronunciarla! Entonces el investigador te sugiere que
en lugar de hablar, cantes. Y entonces, sí que puedes.
¿Por qué? Porque la función de cantar está en el lóbulo
derecho, y lo que tienes bloqueado es el izquierdo.

Los primeros trabajos sobre interferencias en el habla
los realizó Álvaro Pascual Leone en 1988. El último,
publicado en colaboración con Marc Hauser, profesor de
Psicología de Harvard, ya no trata sólo de bloquear una
función concreta, sino de modificar un comportamiento.

-Eso suena a ciencia-ficción. ¿Qué han hecho
exactamente?

-Hemos demostrado que puedes cambiar el juicio de una
persona bloqueando determinadas partes de su cerebro.
Cosas que antes le parecían muy mal a esa persona,
pasan a resultarle indiferentes.

-Esta frontera de la ciencia resulta muy inquietante.
¿Seguirá intacto mi cerebro cuando salga de aquí?

-Tranquila, es sólo un experimento. En realidad
funciona como los famosos paradigmas del tren.

Se refiere a los experimentos que Jonathan Cohen
publicó en 2001 en Science. Los llamados paradigmas
morales, o más bien mortales. Veamos el primero de
ellos. Tenemos un tren que viene a toda velocidad; el
sujeto al que se plantea el dilema está junto a una
bifurcación en la que hay una aguja que se puede
accionar para que el tren vaya por una vía o por la
otra. En una de las vías hay un trabajador y en la otra
tres. El tren no puede detenerse. Lo único que puede
hacer el sujeto es mover la aguja para que vaya por una
vía o por la otra. ¿Qué hará? La mayoría de los que
participan en este dilema accionan la manivela para que
el tren vaya hacia la vía en la que sólo hay un
trabajador. Deciden que muera uno para salvar a tres.

En el segundo dilema, la situación es la misma, pero en
lugar de bifurcación, hay una sola vía. Muy cerca del
sujeto, hay un operario trabajando en la vía y unos
metros más allá, otros tres. El tren parará
automáticamente si se interpone un objeto en su camino.
El sujeto sabe que la única cosa que puede hacer es
empujar a la vía al trabajador que tiene más próximo.
¿Lo hará? La decisión es la misma, matar a uno para
salvar a tres, pero empujando, que es distinto. La
mayoría de quienes participan en esta prueba deciden no
empujar al trabajador y, por tanto, mueren los otros
tres. Hay algo, en este caso, por encima del
raciocinio, que no les deja optar por la mejor
solución. Algo de orden moral.

Daria Knoch y Ernst Fehr siguieron avanzando con un
nuevo dilema, el del Ultimatum Game. Participan dos
sujetos a los que se ofrece una cantidad importante de
dinero que podrán repartirse entre ellos sólo si se
ponen de acuerdo en el reparto. A uno se le dará la
facultad de proponer el trato y el otro sólo tendrá dos
opciones, aceptar o rechazar la oferta. Si la acepta,
cada uno se llevará la parte acordada. Si la rechaza,
ninguno recibirá nada. El planteamiento racional sería:
puesto que él tiene la capacidad de decidir, si rechazo
la oferta, me quedo sin nada. Luego la posición más
ventajosa -y egoísta- es aceptar lo que me proponga.
Pues no. La mayoría de los sujetos que participan en el
Ultimatum Game rechaza la oferta si ésta es inferior al
40%. La rechazan de plano, y además suelen enfadarse.
Pero si en lugar de una persona, es un ordenador el que
hace la oferta injusta, entonces, ¡la mayoría acepta lo
que la máquina le ofrece!

-¿Por qué esta diferencia?

-Porque un ordenador no es humano. Con la decisión de
rechazar la oferta injusta, practican el
llamado "castigo altruista", un rasgo muy humano:
actuar contra el propio interés por defender un
principio moral.

-¿Y eso se procesa en un lugar concreto del cerebro?

-Sí. Sanfey y Cohen habían comprobado que con el
Ultimatum Game se activaba tanto la corteza prefrontal,
que regula el raciocinio y el juicio moral, como la
amígdala, que procesa las emociones, pero eso no
aclaraba mucho las cosas, porque no sabes qué es causa
y qué consecuencia. ¿Primero decides la acción y luego
la juzgas, o primero la valoras y luego decides? La
estimulación magnética intracraneal nos ha permitido
dar un paso trascendental. Nuestra hipótesis era que la
corteza prefrontal se activaba precisamente para
inhibir la amígdala; y que si bloqueábamos la corteza,
los individuos aceptarían cualquier oferta que les
hicieran porque predominaría el interés egoísta. Y así
ha sido.

En esta investigación, se ha visto que la disrupción
del cortex dorsolateral derecho (y no el izquierdo)
mediante estimulación magnética intracraneal, reduce el
impulso de rechazar las ofertas intencionadamente
injustas.

-¿Conclusión?

-Que los humanos inhiben el egoísmo con valores
sociales y morales, y eso se hace en esa parte concreta
del cerebro. La especie humana es capaz de exhibir
justicia recíproca, lo cual implica el castigo de los
individuos que tienen conductas injustas, incluso
cuando eso daña el propio interés. Para ello ha
desarrollado un sistema cortical capaz de inhibir la
acción reflexiva encaminada a buscar el propio interés.
Y este sistema de inhibición es tan fuerte que somos
capaces de llegar a matarnos a nosotros mismos por
convicciones políticas y morales.

Todo esto plantea cuestiones trascendentales. ¿Los
terroristas suicidas tienen más desarrollada esa parte
del cerebro? ¿La han desarrollado en las madrazas? ¿En
qué parte se procesa el impulso violento de los
agresores sexuales? ¿Podría cortocircuitarse si lo
averiguáramos?

En el despacho de Álvaro Pascual-Leone hay colgada una
gran fotografía un tanto extraña. Un grupo de
comensales comparte mesa en lo que parece ser un
agradable banquete. Todo es muy normal... excepto que
llevan los ojos vendados.

-Parece el fotograma de una película de Buñuel. ¿Qué
significa?

-Con este experimento demostramos que si te dejamos con
los ojos vendados, en apenas unos días la parte de la
corteza cerebral que normalmente procesa la información
visual empieza a procesar la del tacto y la del oído, y
aumenta la memoria verbal. Puro Machado aplicado a la
neurociencia: hacemos cerebro al andar...

-¿Tan plástico es?

-Tanto que ya se ha comprobado que el uso insistente
del dedo pulgar por los jóvenes en los teléfonos
móviles hace que ahora, cuando mueven ese dedo, se
enciende un área mayor del cerebro. Para bien o para
mal, toda actividad, toda percepción, cambia nuestro
cerebro. Y todo pasa en el cerebro. Si tienes una
pancreatitis crónica, puede ser una disfunción cerebral
tanto como orgánica, porque el cerebro es un artefacto
capaz de automonitorizarse. El resultado es la
autoconciencia.

-¿Significa eso que si tuviéramos el suficiente control
del cerebro podríamos llegar a autocurarnos?

-El mecanismo seguramente existe, lo que no sabemos es
cómo activarlo. El cerebro consume el 20% de la energía
que gasta nuestro organismo
, y consume casi la misma
tanto cuando está muy activo como cuando está en
reposo. ¿Para qué necesita tanta energía en reposo?
Seguramente porque está focalizado hacia el interior.
Marcus Raichle ha acuñado el término default network o
red por defecto, que es la que actúa en estos casos. Yo
creo que esta actividad cerebral "por defecto" se
dedica a promover mecanismos de defensa para proteger
la salud del organismo.

Curioso. Habrá que seguir de cerca estas
investigaciones.

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