sábado, 27 de septiembre de 2008

MANUEL RIVAS - Sobre Héctor Germán Oesterheld.

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MANUEL RIVAS 24/08/2008.


Un caso estremecedor de aniquilamiento de una familiade gente progresista, de artistas. Entre 1976 y 1978,los militares de la tétrica dictadura argentinapersiguierion, secuestraron, torturaron y asesinaron aHéctor Germán Oesterheld –el fantástico guionistade ‘El eternauta’, un personaje que creó escuela y yaes todo un clásico del cómic– y sus cuatro hijas. ‘Eleternauta’ fue su gran creación premonitoria del horror.
En el lenguaje de El Eternauta, Héctor GermánOesterheld (HGO) cumple ahora 87 años. Hijo de padrealemán judío y de madre vasco-española, HGO nació enBuenos Aires el 23 de julio de 1919. No hay fecha parasu muerte. En la historia dramática de la humanidad,tal vez el eufemismo más terrible es elde “desaparecido”. El dictador argentino Videla esautor del siguiente aforismo: “No están vivos nimuertos; están desaparecidos”. HGO es un desaparecido.El número 7.546 (en la lista Conade, Comisión Nacionalde Desaparecidos). Se sabe que en la Nochebuena de1977, sus captores le dejaron cinco minutos de visión,sin capucha, que saludó uno por uno a sus compañeros decautiverio y que cantó con un joven detenido-desaparecido la canción Fiesta de Joan Manuel Serrat.De forma premeditada, sus hijas también fueron hechasdesaparecer, por este orden: Beatriz (19 años), Diana(23), Estela (24) y Marina (18). HGO es uno de los másextraordinarios creadores de aventuras del siglo XX.Cambió el perfil del héroe. El Eternauta, su principalcreación, una estremecedora ficción premonitoria,atraviesa las fronteras políticas y de los génerosliterarios y se erige en un clásico para mayor númerode lectores cada día. Una obra homérica del cómic queinterpela al género humano.
Lo dijo El Negro
“Después de leer a Oesterheld ya no admitiríamos leercualquier cosa”. No lo dijo cualquier crítico boludo enun rapto magnánimo. Lo dijo El Negro. Lo dijo RobertoFontanarrosa. Respetado por cualquier barra, canallas obostas, y en cualquier cancha de fútbol o literatura.Incluso al fondo y a la izquierda, en cualquierredacción, donde se suelen sentar los censores. Y loscínicos. Eso lo dijo Enrique Medina, lo del lugar dondese sientan los censores. Tuvo el valor de ir allí, a laoficina de censura, justo antes del golpe, a preguntarpor su libro Las hienas, qué puntería. Y despuésrecibió una llamada de teléfono: “¡Sos boleta!”. Quémanía con los eufemismos. El miedo que meten loseufemismos. Mejor que te digan: “Se te ha acabado elpermiso del enterrador”. Bueno, a lo que íbamos. Haydos factorías maravillosas en la historia de Argentina:el fútbol y la historieta. El Negro Fontanarrosa era unexperto en ambas. Creo que el mejor cuento de fútbolque leí fue la historia de Cardaña, el número 5 delPeñarol, primero apodado El Hombre y más tarde, conmayor precisión, El Hombre de Neanderthal. Cardaña,bruto y sentimental, va a visitar por caridad alhospital a un niño en estado grave y aquel hinchabotija, con los días contados, recibe al ídolo como semerece: “¡Hijos de puta! ¿Cómo pueden perder con esoschotos del Nacional?”. Así era El Negro escribiendo. Nocedía ni un centímetro. Ni una lágrima gratis. Fue élquien vino a decir: “Y después de Oesterheld, ¿qué?”.
Escribir como un loco
Cuando estudiaba geología en la universidad, yatrabajaba de corrector y escribía historias como unloco. Cuando trabajaba como especialista en “oro yplatino” para el Banco de Crédito Industrial de laRepública Argentina, hacía notas de divulgación yescribía historias como un loco. Cuando andaba por losmontes y las llanuras como un Robinsón Crusoe escribíahistorias como un loco. Le ofrecieron trabajar en PatoDonald y aceptó, porque no era un apocalíptico de lacultura y lo que le gustaba era escribir historias comoun loco. Y escribió literatura infantil, mucha con elseudónimo de Sánchez Puyol. Fue un tiempo de esplendorpara el género en la Argentina de los años cuarenta ycincuenta, con Gatitos y Bolsillitos. Le gustabaescribir para la infancia. “Siempre al bebito se letrata como tonto”. Sería también una edad de oro parala historieta argentina, cuando fundó con su hermanoJorge la editorial Frontera y con dos publicacionesperiódicas que harían historia. Hora Certo y Fronterarondaban los 100.000 ejemplares. ¿Y qué hacía HGOmetido en la industria cultural? Escribir como un loco.En treinta años, los guiones para al menos 150 seriesde historietas en los que colaboró con medio centenarde dibujantes. Siempre prolífico y exigente. ¿Por quéeligió la historieta? ¿Podía haber sido un granescritor? Es muy enriquecedor hablar con Martín Mórtolay Fernando Oesterheld, sus nietos. “Quería romper esedilema tramposo de alta y baja cultura. No teníaprejuicios elitistas. Quería llegar a la gente y no loconsideraba incompatible con la calidad. Ésa es otra delas lecciones de El Eternauta, una obra de vanguardiaque llegó a la gente, una gran aventura, y unaliteratura extraordinaria”. Guillermo Saccomanno, enEscritura y memoria, plantea un sugerenteparalelismo: “Si el Martín Fierro, un poema criollo ypopular, pudo plantarse como la gran novela fundadorade nuestra literatura, ¿por qué no tirar de la cuerda yafirmar lo mismo de esta historieta que se llamó ElEternauta?”. Borges estaba cautivado por el universoOesterheld. Además, HGO era un extraordinariosuministrador de ciencia-ficción… Y no tan deficción. “Leía las revistas científicas más avanzadasde todo el mundo”, recuerda Elsa Sánchez, su mujer.Llenó Argentina, y otros países, de gente interesante.Ray Kilt, Sargento Kira, Indio Suárez, Bull Rocket,Ernie Pike, Ticonderoga, Randall the Killer, SherlokTime… Y el grupo, el héroe colectivo, de El Eternauta.Cuando pasó a la clandestinidad, y se sabía perseguidopor Los Ellos, ¿qué hacía Oesterheld? “Escribir como unloco”. Lo cazaron, lo hicieron desaparecer, lochuparon. ¿Qué hacía Oesterheld? Ana María Caruso,desde el cautiverio del centro clandestino de detenciónllamado Sheraton, consigue escribir una carta quefigura en el informe Nunca Más de la Comisión Nacionalde Desaparecidos: “Ahora está con nosotros El Viejo,que es el autor de El Eternauta y El Sargento Kirk. ¿Seacuerdan? El pobre viejo se pasa el día escribiendohistorietas que hasta ahora nadie tiene intenciones depublicarle”. Escribía como un loco.
Barro en los borceguíes
Nadie que haya leído El Eternauta admitiría leerdespués cualquier cosa. Le habrá cambiado la mirada. Esuna de esas obras que responden a la demanda de Kafka,la de “morder en la estupidez”. O a la de Cioran: “Unlibro ha de ser un peligro”.
–¿Qué hacer? ¿Qué hacer para evitar tanto horror?
¿Quién grita eso? Es el guionista, Oesterheld, al finalde El Eternauta. No está fuera, sino dentro, en unaviñeta. Una de las rupturas de Oesterheld fueimplicarse en la obra como personaje. Un atrevimientoformal, que acabará teniendo muchas implicaciones.Estamos en 1957. Francisco Solano López (Buenos Aires,1928) lo hace reconocible. Lo dibuja con sus trazos. Alcomienzo de la trama, El Eternauta se le aparece alguionista en la buhardilla donde trabaja y le relata suhistoria de aventurero perdido en la eternidad. Alfinal, El Eternauta consigue regresar a su hogar, consu mujer e hija, que le reprochan haber tardado mediahora en ir a buscar pan. ¿Media hora? El guionista, esdecir, Oesterheld, nuestro HGO, trata de disuadir a ElEternauta. ¡Todo lo que le ha contado, todo lo que seavecina! La nevada mortal. La invasión dirigida por unpoder oscuro, Los Ellos, que utilizan para suspropósitos a los monstruosos Cascarudos y a losinteligentes Manos, esclavos del miedo, que a su vezconvierten a los humanos supervivientes en hombres-robot. Pero El Eternauta ya no reconoce al guionista.Ha perdido la memoria del futuro al volver al pasado.La memoria es transferida al guionista. ¿Quién es ahoraEl Eternauta?
Estamos en 1957. HGO grita desde el tebeo: “¿Qué hacer?¿Qué hacer para evitar tanto horror?”. Es en la primeraversión de El Eternauta. En 1969 habrá una segundaversión, dibujada por Alberto Breccia, y en la que lascoordenadas geopolíticas son más concretas. Lapublicación resulta muy polémica. La revista Gentefuerza el final. El Eternauta empieza a ser unpersonaje inquietante, demasiado verosímil. En 1976,con dibujo de Solano López, se publica una prolongaciónde la aventura, una segunda parte. Se trata de unproceso muy accidentado. Guionista y dibujante apenasse ven. A HGO le pisan los talones Los Ellos. Dictacapítulos desde cabinas telefónicas. Las últimas vecesque acudió a la editorial Récord, donde iba a publicarEl Eternauta II, siempre andaba a deshoras, como unasilueta. Sólo lo delataba “el reguero de barro seco desus borceguíes” en la alfombra. Y es que HGO, entreotros lugares, buscaba refugio en la isla de Tigre.
La tecnología del infierno
Habían llegado Los Ellos, como llamaría El Eternauta alos dictadores. En el prólogo de Ernesto Sábato para elinforme Nunca Más, donde se documentan los horrores dela dictadura y la usurpación del Estado por una mafiauniformada, se dice: “De nuestra información surge queesta tecnología del infierno fue llevada a cabo porsádicos pero regimentados ejecutores”. Entre miles dedesaparecidos, la “tecnología del infierno” se llevó aHGO y a sus cuatro hijas. Habían pasado a laclandestinidad cuando comenzó la dictadura argentina,que se prolongaría durante siete años crueles (1976-1983). El único cuerpo que pudo recuperar Elsa fue elde Beatriz. Ella, con 19 años, fue la primera víctimade Los Ellos. El 19 de junio de 1976 llamó a la madre yse citaron en una confitería. Dos días después, en untren, camino del trabajo, un joven trajeado, muynervioso, se acercó a Elsa para decirle que su hijahabía sido secuestrada por una patota o “grupo detareas” del Ejército. Elsa Sánchez de Oesterheldcomenzó el peregrinaje para recuperar a Beatriz. Pero,en verdad, había caído una “nevada mortal” sobreArgentina. Se encontró con muros de silencio. Conconocidos que la desconocían. Incluso un sobrino ysacerdote poderoso, Jorge Oesterheld, hoy portavoz dela Conferencia Episcopal argentina, prefirió “mirarhacia otro lado”. Elsa fue consciente también de que sehabía convertido en un “peligro” para sus hijas. Todossus movimientos eran vigilados para llegar a ellas y aHGO. De alguna forma, ella también era una desaparecidaen aparente libertad. El exterminio programado de lafamilia de HGO siguió adelante. El 4 de julio de 1976,en Tucumán, cayó Diana, de 23 años, embarazada. El 27de abril de 1977 fue secuestrado HGO. El 14 dediciembre del mismo año desaparece Estela, de 24 años.Su última carta lleva esa fecha. En ella dice: “Mamita:Marina hace un mes que no está con nosotros”.Significa: Marina ha desaparecido. Tenía 18 años.
La tortura metafísica
Inspirados en el nazismo, el franquismo y la guerraargelina, Los Ellos, con sus patotas de Gurbos,Cascarudos, Manos y Hombres-Robot, aplicaron latecnología del infierno a una escala industrial. Parahacer desaparecer los cuerpos utilizaron una variantediferente de la incineración: los vuelos de la muerte.Quizá calcularon que la desaparición submarina de milesde personas sería inodora, inocua, imperceptible. Elmayor detective de la historia, Sigmund Freud, habíaescrito: “Censurar un texto no es difícil, lo difíciles borrar sus rastros”. Los verdugos ignoraban que elcuerpo humano es también un texto. Y ésa es la verdadde fondo de El Eternauta, su potencia pasados tantosaños. “La persistencia de El Eternauta es en sí mismauna práctica de la memoria”, escribe Judith Filc. En elprimer aniversario del golpe militar, el 24 de marzo de1977, otro genial eternauta argentino, el escritorRodolfo Walsh, compañero en muchos sentidos de HGO,envía por correo y distribuye clandestinamente la Cartaabierta de un escritor a la Junta Militar, uno de lospasquines de denuncia más estremecedores de lahistoria, en el que da a conocer al mundo la dimensióndel genocidio, con 15.000 desaparecidos en aquelentonces. “Han llegado ustedes a la tortura absoluta,intemporal, metafísica”. La palabra metafísica aquí,asociada a la tortura, pierde toda su abstracción paraexpresar lo inconmensurable del horror carnal. Una delas veces que registraron su antiguo domicilio, dondesólo vivía Elsa, el oficial cascarudo al mandodel “grupo de tareas” explicó que andaban a la caza deHéctor, El Judío. Elsa replicó que era hijo de unestanciero alemán y madre española. Añadió: “Y si esjudío, ¿qué?”. Entre los precedentes que inspiraron aLos Ellos para poner en marcha la “tecnología delinfierno”, la tortura y desaparición forzada de milesde personas como HGO y sus cuatro hijas, figuranmétodos nazis como el decreto Nacht und Nebel, derivadode la orden de Hitler: “En la noche y en la niebla”. Eltexto de este decreto, reconstruido en el tribunal deNuremberg, desaconsejaba la entrega del cuerpo deleliminado a su familia. Se trataba de “diseminar elterror” para minar toda resistencia. En el tiempo enque fue detenido HGO, en 1977, el general Ibérico SaintJean, gobernador de la provincia de Buenos Airesdurante la dictadura, y bajo cuyo mandato se produjo laNoche de los lápices (desaparición y asesinato de ungrupo de adolescentes), declaró en público y esta vezsin eufemismos: “Primero mataremos a los subversivos;después, a sus simpatizantes, y por último, a losindiferentes”.
Entre los miles de desaparecidos figuran cien poetas,escritores y guionistas de historietas. Otro de LosEllos, un colega militar del general Ibérico, elentonces jefe del III Cuerpo, Luciano Menéndez, yresponsable de la mayor quema de libros, efectuada el29 de abril de 1976, declaró: “De la misma manera quedestruimos por el fuego la documentación perniciosa queafecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana,serán destruidos los enemigos del alma argentina”. LosEllos, como Creonte, castigando más allá de la muerte.Gritándole a Antígona, a las hijas de Oesterheld: “Situ naturaleza es amar, ve entre los muertos y ámalos.Mientras yo viva, no mandará una mujer”.
Torturar a Ernie Pike
Cuando creó Ernie Pike, uno de esos grandes personajesque cambiaron el perfil del héroe, para hacer tiposcomplejos, de madera humana y no de palo, los primerosepisodios los dibujó Hugo Pratt. Y él se quedó perplejocuando vio la historieta: El rostro de Ernie Pike,corresponsal de guerra que siempre pone en duda lasversiones oficiales, era el suyo.
Eso también lo supieron ver los torturadores.Reconocieron en HGO a Ernie Pike. Así que le pegaronduro a Ernie Pike.
Elsa Sánchez de Oesterheld me cuenta otra historia quela dejó sin habla. Hace unos años, en 2002, al términode un acto, se le acercó una mujer que había estadodetenida-desaparecida en la Esma (Escuela de Mecánicade la Armada, desde donde se calcula que se hicierondesaparecer cerca de 5.000 personas) y que habíasobrevivido al cautiverio. Era médica de profesión y lecontó que un día Alfredo Astiz, oficial de la Esma,conocido como El Ángel de la Muerte, sacó de un cajónde su mesa un libro y le dijo, más o menos: “Toma, leeesto. Es el mejor libro de Argentina”. Se trataba de ElEternauta. Allí, uno de los personajes selamenta: “Todos desaparecidos… como si no hubieranexistido nunca”.
Un encargo para HGO
Estamos en 2008. El 23 de julio, de vivir, HéctorGermán Oesterheld habría cumplido 87 años. Su condiciónterrenal es la de “desaparecido” forzado. Fuesecuestrado por uno de esos eufemismos criminalesdenominados “grupos de tareas” y estuvo recluido en almenos tres cárceles clandestinas, es decir, no-lugares,Campo de Mayo, El Vesubio y Sheraton, donde se leconocía como El Viejo. Los indicios, las evidenciascircunstanciales, hacen suponer que HGO murió aprincipios de 1978. No hay cuerpo. La negación era larespuesta sistemática a los miles de recursos de hábeascorpus. Por lo que se sabe y va sabiendo, HGO, alprincipio, sufrió maltrato y tortura. Después,promovido por un militar, hubo un intento de implicarloen la escritura de una biografía del liberador SanMartín. Al fin y al cabo, Oesterheld había triunfadocomo biógrafo. Ya en 1951, cuando hacía literaturainfantil, Perón quiso que le escribiera una biografía.Supo decir que no. Su mujer, Elsa, piensa que desde queescribió La vida del Che, ilustrada por Alberto Brecciay su hijo Enrique, HGO estaba marcado. Se publicó en1968, en plena dictadura de Onganía. El editor le habíapropuesto que apareciese como obra anónima, pero Héctorrespondió: “Un personaje como el Che no merece que sutrabajo se haga a escondidas”. Tuvo un éxitofulgurante. La primera edición se agotó en un mes. Perola editorial fue allanada. Breccia y Oesterheld,amenazados de muerte. Luego ocurrió algo curioso. Unallamada desde la Embajada de Estados Unidos. Lepropusieron algo similar, una biografía de ese estilo,tan viva, tan directa, pero dedicada a John F. Kennedy.HGO declinó. Ya estaba preparada la de Evita. No seeditó. Se habían acabado las biografías. ¡Y ahora en elcautiverio le vienen con San Martín! No se sabe adóndellegó ni qué fue de las notas. ¿La vida de San Martíncontada por Oesterheld? Los Ellos se habrían dadocuenta del desliz: de realizarse la biografía, tendríanque hacer desaparecer a San Martín. Las estatuas sepondrían a hablar. Tendrían que arrojarlas al fondo delmar.
Una extraña visita
La mayor tortura a la que debieron de someter aOesterheld, además del tormento físico, fue mostrarlelas fotos de sus hijas muertas. Allí estaban Los Ellos,al estilo Creonte, castigando más allá de la muerte.Mostrando los cuerpos sucesivos de Antígona. A Elsasólo le devolvieron el cuerpo de la primera eliminada,Beatriz, de 19 años. “La que más se parecía al padre”.Después cayó Diana, de 23 años, con su pareja, Raúl. Latercera fue Marina, de 18 años. Sobrevivía Estela, lamayor, de 24 años. Existe un testimonio de cuandoestaba cautivo en la cárcel clandestina del Campo deMayo. Juan Carlos Scarpatti contó: “Yo no lo conocíapersonalmente y… bueno, me llamó la atención. Lo vi,digamos, como golpeado, o sea, como con mucha angustiay… bueno, me acerqué, le pregunté qué le pasaba. Medijo que le habían mostrado las fotos de las hijas…muertas”. Pero la noticia de la caída de Estela y de sumarido, también llamado Raúl, la tuvo cuando loscarceleros del Sheraton le dijeron que tenía una visitaespecial. El hotel Sheraton, eufemismo del chupadero,el no-lugar, era otro centro de detención clandestino,situado en un sector oculto de la comisaría de VillaInsuperable, dentro de la ciudad. Era el 14 dediciembre de 1977. La “visita especial” era de un niñode tres años. Su nieto Martín. Ese día habían matado alos padres. El recuerdo de Martín ahora es el de haberestado sentado horas con su abuelo “en un pasillohorrible con paredes de látex azul brillante”. Nopodemos dejar de verlo como un episodio de El Eternautaarrancado a la realidad. El Viejo y el nieto que apenasha podido conocer, juntos en un no-lugar, en unchupadero de gente. Hay 800 niños robados en la épocade Los Ellos, de los que sólo 90 han podido serdevueltos a sus familias originarias. Otra ramificaciónde la “tecnología del infierno”. De hecho, dos nietosde HGO y Elsa, bebés de Diana y Marina, forman parte delos desaparecidos. La aparición de Martín en elchupadero, el que alguien decidiera llevarlo con ElViejo, a quien se suponía muerto, tiene unainterpretación morbosa, pero también se puede ver a laluz de El Eternauta. Tal vez fue cosa de un Mano. LosManos, subalternos muy inteligentes de los Ellos, sehacen desobedientes cuando deja de funcionarla “glándula del horror”. Por una vez, Oesterheld diouna dirección. La de los padres de Elsa. Y de allí,Martín fue llevado con la abuela. Antígona, desde lamuerte, enviaba una señal.
El gorrión peleador
Ana di Salvo, psicóloga, compañera de cautiverio de HGOen el centro de detención ilegal de El Vesubio, mecuenta que se mantenía distante, desconfiado. Eso fueen mayo del 77, así que no hacía mucho que lo habíandetenido. “Nos dijeron: ‘Va a venir El Viejo’. Yo, alprincipio, no sabía quién era. No sabía la historia deEl Eternauta. Él tenía un problema en la piel, granosen la cara y en la cabeza. Había una doctora entre laschicas prisioneras y le ofrecimos una pomada. Pero élno quiso. Desconfiaba. Una noche en que hacía muchofrío, dormía en un suelo de madera, le dimos unafrazada. La aceptó. Pero con desconfianza. Por lamañana se lo llevaban y lo traían a la noche. Comentóque lo tenían haciendo una historia sobre San Martín.Le hablé de mi hijo Luciano. Le pedí un poema, unapequeña historia para él. Pero no hubo tiempo. Despuésde estar desaparecida sin explicaciones durante 73días, me devolvieron a casa. Todo el tiempo pensandoque te van a matar. Y en el trayecto, ante el paisaje,uno de los secuestradores comenta: ‘Buen sitio paravenir a cazar’. Y yo, no sé cómo, le digo: ‘Hay querespetar la veda’. Se quedó perplejo. Las cosas sucedenasí. Mi hijo Luciano, a la vuelta, me rechazaba.Pensaba que lo había abandonado a propósito. Un día lecompré un cuento infantil titulado Chipió, elgorrioncito peleador. A Luciano le gustaba mucho lacara de aquel pajarito. Aprendió a leer con él. Mereconcilió con él. Yo no sabía que lo había escrito ElViejo. Usaba seudónimo. Muchos años después, en unaexposición sobre Oesterheld, le conté la historia aMartín, su nieto, y él me dijo: ‘En ese cuento estabalo que mi abuelo escribió para tu hijo”.
La última carta
Lleva por fecha el día que la asesinaron, el 14 dediciembre de 1977. La última carta de Estela a sumadre. Es breve, escrita con una intensa premura, perosin desaliño, con una caligrafía que intenta nodesfallecer. Cada carta, cada nota, en aquellos días,tenía una textura nerviosa. Da la impresión de que lacarta a Elsa es también una carta necesaria que Estelase escribe a sí misma. No es difícil imaginarlamurmurando hacia dentro, empujando el trazo para darlea Elsa la noticia de la muerte de Marina sin nombrar lamuerte. Como en El Eternauta, el tiempo de la carta esun Continum 4, una especie de futuro delpretérito: “Marina ya no está con nosotros y ese dolorya no hay nada que lo pueda mitigar, pero quiero quesepas que murió heroicamente como vivió”. Consonantes yvocales se apiñan en un presente recordado: “Creo quetenemos que estar orgullosos de ella, como de Bi (porBeatriz), de Di (por Diana) y de Dad (por Héctor), yquiero que sepas que estoy orgullosa de vos (porElsa)”. Esta última afirmación tiene mucho significado.Va más allá de la cortesía filial. Todos los citadoshan desaparecido. La feliz camada de Beccar está apunto de ser exterminada. Elsa, la madre,antiperonista, tan racional como intuitiva, “muycelta”, dice ella, no les ha acompañado en sucompromiso revolucionario. Ha discutido con dureza conHGO, con el hombre que ama. Sí, está de acuerdo con él.Es una juventud maravillosa. Culta, rebelde, linda. Lamejor generación que tuvo Argentina. Como Héctor, Elsacomparte su música, salta de Mozart a Janis Joplin,¿por qué no?, sus gustos artísticos, su estilo de vidalibre, una sexualidad sin tabúes, su aversión a lainjusticia. Todo eso, dice Elsa, lo compartía. Peroella, la mujer que fue tan feliz en Beccar, en aquellacasa que era a la vez como el taller del artistaromántico, donde “todo bullía y cantaba”, donde todosllegaban y nadie quería marchar, nadie quería apagar laluz, las chicas no querían ir a fiestas ni a clubes,donde encontraban “gente tonta”, no, no, querían estarallí, en Beccar, con sus amigos y los de los padres,dibujantes, músicos, artistas, escritores, gente quetraía historias; ella, que conoció el paraíso, pudodistinguir bien el traqueteo de la maquinaria delhorror que se acercaba. Sí, discutió con HGO. Noacababa de asumir aquella metamorfosis en el Oesterheldque quería y admiraba, el hombre tranquilo, ilustrado,progresista y más bien libertario, por la influencia desus amigos anarquistas españoles exiliados, con esamirada antidogmática que es la de sus héroes. HGO noera nada elitista. Su propia opción literaria, el guiónde historieta, lo demuestra. Pero denostaba elpopulismo peronista. HGO cambió.
Su obra principal contiene también las huellas de unabiografía subyacente. Entre el primer Eternauta (1957)y la segunda versión (1969) hay una revolución óptica.Las referencias geopolíticas se hacen muy concretas.América Latina es abandonada a su suerte. Y Ellos, lososcuros poderes cósmicos, son las grandes potencias.HGO se radicalizó, pero también el suelo se movía a lospies. Las hojas del calendario se caían de miedo yasco. El golpe de Aramburu, en 1956, con la OperaciónMasacre, que contará de forma genial Rodolfo Walsh. Elgolpe de Onganía, en 1966, con la noche de los bastoneslargos, cuando fueron cruelmente apaleados losprofesores y alumnos de la Universidad de Buenos Aires,mientras eran conducidos a los coches celulares. Elmandato de Lanusse, en 1972, con la masacre de Trelew.En todo este calvario de desdichados fastos ycalamitosas salvaciones, el país vio una “chispa deesperanza” en la gran movilización cívica que arrancócon el cordobazo. A continuación, y acudiendo a laoftalmología, podríamos decir que se pasó de unestrabismo divergente a otro convergente. Y el punto deconvergencia fue otra vez Perón. Gran parte de laizquierda argentina se injertó en el tronco peronista.Para muchos era la esperanza posible. Una alianzafrente a Los Ellos. Y allí estaba HGO con sus hijas.Elsa, no. Elsa mantenía la distancia cuando de lamúsica se pasaba a las palabras. Y allí estaba tambiénRodolfo Walsh con sus hijas Vicky y Patricia. Casisiempre se cita A sangre fría, de Truman Capote, comoobra inaugural de la narrativa del “nuevo periodismo”.Es por ignorancia hemisférica. La primera fue Operaciónmasacre, de Rodolfo Walsh, en 1957, el año en que naciótambién El Eternauta. Walsh, de origen irlandés, eraentonces también antiperonista. Prefería jugar alajedrez que la política e incluso la literatura. Peroun día, camino de casa, oyó el grito de un soldadomoribundo: “¡No me dejéis solo, hijos de puta!”.
Pero la vuelta de Perón, el gran día de la resurrecciónnacional, pasará a la historia por la “matanza deEzeiza”. Allí, en el aeropuerto, se inició elexterminio de la “juventud maravillosa”. Más de treintamuertos y trescientos heridos en el que iba a ser eldía más feliz. El halago se convirtió en condena:la “juventud imberbe”. Perón falleció cuando seacercaba el día de la “nevada mortal”. El prócer habíaregresado con la momia de Evita y con un espectro deEvita, Isabel, manejado por un siniestroprestidigitador, el secretario López Rega, organizadorde la Triple A, que mezcló la brujería con laproducción industrial de la muerte. Se multiplicó eldoble empleo. Muchos que ejercían de día de jefes depolicía ejercían de jefes de la Triple A de noche.Hasta que vino el gran eufemismo. El Proceso deReorganización Nacional. Es decir, el golpe militar contoda su red de poderosas complicidades. Era el régimende Los Ellos. Y se puso en marcha, a pleno rendimiento,la “tecnología del infierno”. Walsh denuncia: “Las 3 Ason hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden noes el fiel de la balanza entre ‘violencias de distintosigno’ ni el árbitro justo entre ‘dos terrorismos’,sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumboy sólo puede balbucear el discurso de la muerte”. Lacarta de Estela a Elsa terminaba diciendo: “Hay muchopor dar todavía en esta vida y muchas razones paraseguir adelante”. Ese día, después de enviar la carta,la cazaron.
Oesterheld,Hugo Pratt y Elsa
“Él escribía a mano. Odiaba la máquina de escribir. Poreso aprendí taquigrafía y mecanografía. Para ayudarle.Después de casarnos, pasamos cuatro años en undepartamento chico, en el barrio Desarrollo. Élentonces investigaba minerales. Amaba la naturalezaáspera, dura. La estepa donde no había nada.
Cuando lo conocí era un misántropo.
Nacieron una tras otra las nenas. Ya dibujaba. ‘Papu,dibujitos’. Les hacía monigotes todo el tiempo. Leíatodo. Recibía revistas en alemán, italiano, inglés,francés. Tenía muchísima información. Le interesabanlos descubrimientos científicos, todo aquello que semovía en el límite de la ciencia-ficción. A Borges leencantaba charlar con él. Las chicas se enteraron. Undía se fueron los cinco. Y allí estuvieron con él, enla penumbra de la Biblioteca Nacional.
Sí, tenía conocimientos extraordinarios,enciclopédicos. Un día, Hugo Pratt le muestra muy ufanounos dibujos. Un nuevo héroe. Un soldado en la época dela conquista del Oeste. Héctor le dice: ‘Está muy bien,pero tendrás que volver a dibujarlo. No puede llevarese tipo de arma. La culata no era así’. Hugo se sentó,suspiró, gritó: ‘¡Lo mato, lo mato! Dime, HéctorOesterheld, ¿a quién le va a importar cómo era laculata?’. ‘A mí’, respondió Héctor.
Todo estaba lleno de libros. También el garaje. Todo.Leía sesenta o cien historias a la vez. Así que Héctorse levanta. Va hacia el garaje. Un pandemonio. Cuandome ponía a arreglarlo, él se desesperaba. Revuelve enla maraña. Y al final vuelve con lo que buscaba en lamano. Se lo pasa a Hugo.
–Aquí está –le dice–. Así debe ser el arma.
Era muy deportista. Jugaba al tenis. El fútbol legustaba, pero para verlo. Tenía una fijación con elestadio del River. Cuando iba al centro, siempre sepasaba por allí. Y es en ese estadio donde transcurreuna batalla decisiva de El Eternauta. Fue un tiempoidílico, un paraíso, la casa de Beccar. Eso ya loconté, ¿verdad?
Cuando llegaron los dibujantes italianos, eso fueantes, también fue una época maravillosa. Entre ellos,Hugo Pratt. ¡Medio locos, los tanos! Era un lindomuchacho. Tenía un carisma único. Todos los días secaía por casa. Venía con apetito. Le preparaba algopara cenar. Había amigas que me preguntaban: ‘¿Vos note enamorás de este chico?’. Todas se enamoraban…”.
¿Y?
Elsa, la Elsa que recuerda, también está ahora en lacocina preparando algo para cenar. Uno se imagina allí,en el quicio de la puerta, en Beccar, a Corto Maltés,el mítico personaje de Pratt. Murmuro: “Tal vez era élel enamorado”. Elsa escucha en silencio. Y zanja laconversación sobre amores con un gesto irónico, unainterjección trazada en el aire.
La memoria
Marcelo Brodsky, el artista y fotógrafo creador delparque de la Memoria de Buenos Aires, se enteró de ladesaparición de su joven hermano Rubén en una llamadadesde una cabina telefónica. Él estaba en España,exiliado. El universo tuvo, de repente, la dimensión deuna cabina. “La ausencia de un desaparecido nuncatermina. ¿Cómo se les cuenta a las nuevas generaciones?¿Cómo se narra semejante horror? En el parque de laMemoria, cada recorrido es una nueva forma delrecuerdo. Caminamos entre estelas que se apoyan, que sesostienen, donde lo colectivo es un entrelazamiento”.
A la hora de hablar del hermano, Brodsky juró que loharía como si estuviera oyendo a Julio Fusik, en elReportaje al pie del patíbulo: “Que la tristeza no seanunca asociada a mi nombre”.
La eternauta
Cuando Elsa y Héctor se casaron, él trabajaba paraaquel banco de crédito minero, analizando muestras demetales preciosos. Gran parte de su trabajo lo hacíasobre el terreno. Le gustaba andar. Recorrer solitariolos grandes espacios. El viento patagónico en lacara. “Es un trabajo duro, puede ser destructiva esasoledad del geólogo, conocí gente que se alcoholizó”,dice Elsa. “Pero él amaba esa relación solitaria con lanaturaleza. Amaba todo en la naturaleza. Los caracolesnos comían las rosas y yo le decía que les pusieraveneno, pero Héctor exclamaba: ‘¡También ellos tienenderecho a vivir!’. Yo le decía: ‘Oye, que la celtapanteísta soy yo, pero no quiero que me coman lasrosas’. Le ofrecieron un buen trabajo, pero esosignificaba la separación. Y fue cuando se decidió porel mundo editorial”.
Elsa nació en Buenos Aires, en una familia deemigrantes gallegos llegados de una pequeña aldea,Loño, cerca de Santiago. Cuando Elsa pasó por Loño, en1983, se fijó en el hórreo de madera del que tanto lehabía hablado el padre. Esperaba algo másmonumental. “Qué pasa?”, le preguntó su tío. “Estádespintado”. “Es que tu abuela no quiso que lo tocaran.Que lo dejaran tal como lo había pintado el hijo”.
El hijo era el padre emigrante de Elsa. HGO pasó poraquella aldea en 1962, en un “desvío” de un viaje aAlemania. Hay una foto en la que se le ve retratadocomo el Robinsón que era, camuflado en la hierba decampesino segador. En Argentina, los padres de Elsalaburaron duro para salir adelante, pero tenían otrorasgo: amaban la música con locura. La ópera y laclásica. Escuchaban cada concierto en la radio degalena. El tío Pedro llevaba siempre una flor en elojal. La madre de Elsa leía a Lorca. Lo había visto enun teatro bonaerense, abarrotado, recibido por unamultitud en la calle de Corrientes. “Yo me parezcomucho a papá. Soy Vicente Sánchez en mujer,tremendamente impulsiva. Yo era un marimacho. El varónequivocado de la familia. Tuvimos un golpe terrible.Murió mi hermana mayor cuando yo tenía 12 años. Estudiémúsica. Y danza clásica. Y samba. Es verdad que todosquerían bailar conmigo. No, Héctor no era muy bailarín.Yo tenía 17 años y él 24 cuando nos enamoramos”.
Elsa habla y habla como un cuerpo abierto, que contienesu vida y la de otros. Su mirada corre más que laflecha del tiempo. Desde el apartamento bonaerense seescucha cada poco el paso de un convoy ferroviario. Lostrenes, la luz cambiante del día, todo pareceesforzarse para seguir la velocidad, la intensidad delrecuerdo de Elsa, que estaba hablando feliz de suadolescencia bailarina, danzando con las palabras, y derepente se gira y dice: “Hasta los psicólogos seestremecían. Toda la experiencia psicológica no servíapara enfrentarse a nuestro caso. Me preguntan cómo heresistido, cómo estoy viva. No lo sé. Estoy aquí poruna extraña obligación. Yo ya he gastado todo el miedodel mundo”.
A la altura de nuestros ojos, en un estante del mueblelibrería, hay una foto que nos mira. Son ellas. Lascuatro. En la casa de Beccar. En la hora azul. Lascuatro chicas Oesterheld. Toda la belleza del mundo.

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