martes, 31 de marzo de 2009

ASOCIACIÓN CULTURAL WENCESLAO ROCES

Publicado en Papeles de la FIM, nº 14,

2000, Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas


Cedido para su edición digital por Benjamín Rivaya.

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El exilio que se abre en 1.939 es el más impresionante de los que se producen en nuestro país. Huyeron cientos de miles de españoles. Entre ellos, los intelectuales que abandonaron España fueron tantos que en el interior, dejando a un lado la insustituibilidad de muchos, resultó sumamente difícil y se necesitaron muchos años para reconstruir los cuadros investigadores y docentes. América Latina fue el destino de gran número de ellos y, en concreto, México acogió a bastantes de los exiliados[1]. Allí se establecería una importante comunidad de refugiados asturianos[2]; también otra de comunistas españoles[3]. Roces, que pertenecía a ambas, tras descartar la URSS como destino[4], llegó a México después de pasar por Francia, por Chile y por Cuba[5], y tras impartir cursos de Derecho y de Historia Antigua en las Universidades de Santiago de Chile y de La Habana, entre 1.940 y 1.942[6]. A lo largo de los primeros años, la esperanza de una pronta solución fue la constante, y no únicamente en Wenceslao Roces. “Todos los años íbamos el primero de enero a ver amanecer el año de la vuelta a España”, recordaría más tarde, y nunca llegaba. Así, con el correr del tiempo, la plena integración en la sociedad mexicana se hacía inevitable. Hemos “aprendido a ser mexicanos sin dejar de ser españoles”, declararía mucho después el propio Roces[7], para quien vale la teoría del transtierro que formuló José Gaos[8].

En su nueva patria, Wenceslao Roces seguirá dedicándose a la actividad política, vinculado al Partido Comunista de España, dedicación que no sólo caracterizó parte de su etapa española sino que va a ser definitoria del resto de su vida. Véanse algunos hitos de su pensamiento y el papel de intelectual comunista que asumió. En 1.943 informa al Pleno del PCE de la situación internacional, destacando la lucha del ejército soviético contra el nazismo, y de la española, advirtiendo contra la colaboración del franquismo con el Eje y, erróneamente, contra una posible restauración monárquica en España[9]. Evidentemente, el papel que Roces asigna al intelectual se caracterizó por el compromiso. A su juicio, éstos eran sus deberes:

“1. Ocupar el puesto que nos corresponde dentro de la lucha general del pueblo español por la reconquista de nuestra patria.

2. Laborar individual y colectivamente por el cultivo, la defensa y el desarrollo de la cultura de España, asfixiada bajo el franquismo.

3. Vigilar y desenmascarar los intentos de expansión pseudocultural falangista bajo la etiqueta de una “hispanidad” dirigida desde el Instituto Iberoamericano de Berlín.

4. Cumplir los sagrados deberes de solidaridad con los presos y las víctimas del terror franquista.

5. Estrechar los vínculos que nos unen a los hombres y los organismo intelectuales de otros paises, en la gran causa común de la lucha mundial contra el nazifascismo y del engrandecimiento de la cultura de la humanidad”[10].

Relacionado con lo anterior, en 1.948 pronuncia una conferencia de especial interés, organizada por la Delegación del PCE en México, sobre el concepto de cultura. En ella alerta contra una idea distorsionada de ese concepto, idea que sirve para hacer presentable aquello que no puede “presentarse a cara descubierta” y defiende una cultura de clase que no esté separada de la política, una cultura comunista “heredera de las mejores tradiciones culturales”[11]. En 1.954 pronunciará otra conferencia, esta vez organizada por la UNAM, con el título El marxismo, humanismo de nuestra época, y en ella expone en síntesis su concepción del socialismo científico, un método para el conocimiento y para la transformación de la sociedad: “El marxismo nos entrega un método de investigación, pero no un sistema ni un conjunto de verdades inapelables. Hace a los hombres conscientes de su fuerza y conscientes de las leyes del mundo, para que, con arreglo a ellas, estén en condiciones de dominarlo”. Frente al inmovilismo, advierte que el marxismo ha de ser capaz de cambiar, que sólo han de mantenerse sus grandes principios. Además, arremete contra las corrientes de pensamiento que se van imponiendo: contra el relativismo que niega los conceptos de lo verdadero y lo falso, contra la filosofía del lenguaje que reduce los problemas reales a cuestiones semánticas, contra la filosofía bohemia existencialista, contra el neotomismo, contra el raciovitalismo elitista de Ortega. En fin, el marxismo -dice- es “el verdadero humanismo de nuestro tiempo”[12].

También importa destacar un artículo que Wenceslao Roces publicó a fines de los cincuenta, “Algunas consideraciones sobre el vicio del modernismo en la historia antigua”[13]. Como casi siempre, aunque ahora viera la luz, se trataba de un trabajo que había elaborado con fines docentes pero que, por sostener una tesis historicista fuerte, resultaba de especial atractivo. En concreto, mantenía que los conceptos tenían un ámbito de aplicación limitado, de tal manera que utilizar categorías del tiempo presente para referirse a realidades del pasado, sólo conseguía distorsionar éste. Así “se mata la verdadera esencia de la historia, al descuajar violentamente los hechos de las condiciones históricas objetivas en que se produjeron, para verlos a través del prisma de las ideas, los intereses o las instituciones propias de otro mundo histórico, de otro tipo fundamentalmente distinto de sociedad”[14]. La historicidad de los conceptos, sin embargo, no impedía que el devenir se sometiera a leyes objetivas. En el fondo, Roces impugnaba cualquier tipo de historiografía idealista que entendiera que su misión era la de describir un desarrollo “incoherente, disperso y fortuito, subjetivo y caprichoso”[15]. Cuando se cuplieron los cien años de El Capital, Roces volvió a dejar constancia de que lo fundamental del marxismo había sido la formulación de las leyes científicas que rigen la historia[16].

Más adelante, cuando los comunistas celebraron el centenario del nacimiento de Lenin, en 1.970, Roces lo homenajeó con un artículo en el que, aun dentro de la ortodoxia, se mostró crítico con aquellos socialistas que sólo seguían una “dieta marxista”. Precisamente porque esta doctrina era sobre todo crítica, debía someterse ella misma a un enjuiciamiento racional. Sólo entonces, superado éste, debía asumirse. “Estudiar marxismo, pero también premarxismo, panamarxismo y hasta antimarxismo. Con los ojos bien abiertos. Y si, en el debate libre y en la brega de las ideas, es el primero, por sus quilates científicos, el que prevalece, a trabajar por él y con él. Pero, como ciudadanos, y no como súbditos”[17].

Para cuando publicó esos artículo, Roces ya formaba parte del Comité Central del partido. Había sido elegido en el quinto congreso, en noviembre de 1.954, cuando ya se había iniciado el período de desestalinización[18]. Precisamente fue Roces quien, tras la muerte de Stalin y el conocimiento de la barbarie, presentó su dimisión y exigió responsabilidades políticas: “Yo pienso -escribió al Buró político- que el pavoroso cuadro de hechos denunciados en el XX Congreso y con posterioridad a él -de aceptarse en su realidad total o parcial-, entraña responsabilidades que trascienden con mucho de las personales de un dirigente, por alto que éste estuviera. Me parece que es incurrir en una interpretación muy poco objetiva de la historia el empeñarse en explicar, negativamente, todos los males de una época como la obra de un espíritu satánico, ni más ni menos como antes se explicaba, positivamente, por la acción milagrosa de un semidios. A mi me parece que es indecoroso y que nada tiene que ver con el marxismo ese escamoteo de las responsabilidades propias por parte de todo el equipo dirigente, colaborante y encubridor. Y temo que semejantes actitudes no ofrecen la mejor garantía de que los métodos vayan a cambiar”[19]. Parece que la intervención de Dolores Ibarruri, sin embargo, le hizo repensar su actitud y reintegrarse en el partido.

Pero al margen de la militancia política, la necesidad de subsistencia de la familia Roces produjo dos de las relaciones laborales más fructíferas que podían imaginarse para el ámbito cultural hispánico[20], las de Wenceslao Roces con el Fondo de Cultura Económica y con la editorial Grijalbo[21]. Ya en 1.943 aparecieron dos libros publicados por el Fondo, el de Heckscher y el de Humboldt, y al siguiente la Historia crítica de la teoría de la plusvalía (1.945), de Marx, “complemento indispensable” de El Capital[22], con lo que Roces continuaba la obra que había iniciado en España, y que por fin culminaría precisamente con la edición completa de El Capital (1.947), también en el Fondo. Poco después también comenzarían a aparecer libros de los clásicos del socialismo, traducidos por Roces, en Grijalbo. Fue esta editorial la que publicó algunas obras de la Academia de Ciencias de la URSS, traducidas también por él: El materialismo histórico (de Konstantinov, 1.956), Historia de la URSS (1.958), Manual de Economía Política (1.965). Hasta fines de los años ochenta seguirán apareciendo nuevas traducciones hechas por Roces de obras marxistas.

Instalado ya en el país hermano y gozando del general reconocimiento por su labor, Wenceslao Roces acometerá otros trabajos de traducción que requieren al menos ser apuntados, pues no sólo se ocupó con Marx sino también con el historicismo y, sobre todo, con el neokantismo. Al poco de llegar colaboraría con Eugenio Imaz, que se había propuesto traducir a la lengua castellana la completa bibliografía de Dilthey[23]. Casi todo el trabajo recayó en Imaz, pero también colaboraron José Gaos y Wenceslao Roces, quien tradujo junto con los otros dos españoles De Leibniz a Goethe (1.945), y Vida y poesía (1.945) él sólo. Además, amén de su perfecto conocimiento del alemán, haber sido discípulo y traductor de Stammler le autorizaba para seguir vertiendo al castellano a otros neokantianos. Así, durante años fueron viendo la luz las ediciones de algunas obras fundamentales de Cassirer. Más o menos en la década de los cincuenta se publicaron los cuatro volúmenes de El problema del conocimiento en la filosofía y la ciencia modernas (1.948, 1.953, 1.956 y 1.957), Kant, vida y doctrina (1.968) y Las ciencias de la cultura (1.951), con lo que el filósofo de Marburgo aparecía en nuestra lengua[24]. A su vez, traduciría a un iusfilósofo neokantiano de otro signo, a Gustav Radbruch (Introducción a la filosofía del Derecho, 1.948).

En el ámbito docente, en 1.948 será contratado por la Universidad Nacional Autónoma de México como profesor de Derecho Romano y de Historia de Roma. Ya en 1.954 la UNAM lo contratará como profesor a tiempo completo de la Facultad de Filosofía y Letras, encargándose de la Historia de Grecia y de la Historia de Roma, y así hasta la década de los ochenta, después de haber sido nombrado en 1.969 profesor emérito de aquella Universidad. También sería docente de la Facultad de Derecho[25]. Además, al igual que había hecho en Salamanca con la disciplina de Derecho Romano, Roces fundó y dirigió un prestigioso seminario de Historia Antigua y dirigió otro de Historia y Filosofía de la Antiguedad, a la vez que desarrolló numerosos cursos monográficos sobre Historiografía y Filosofía marxista.





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[1] Según Carillo, México fue "el centro más importante de la emigración republicana": Santiago CARRILLO, Memorias, Barcelona, Planeta, 1.973 (752 p.), p. 353.

[2] Jorge Belármino FERNANDEZ TOMAS, Los asturianos en el origen del exilio en México. 1.939, Oviedo, Principado de Asturias, 1.987 (237 p.), p. 109-112.

[3] Vid. Eduardo COMIN COLOMER, La República en el exilio, cit., p. 207. También Gregorio MORAN, Miseria y grandeza del PCE, Barcelona, Planeta, 1.986 (648 p.), p. 222: "El grupo de México, más asentado económica e intelectualmente, tenía en Wenceslao Roces y Adolfo Sánchez Vázquez, sus máximas figuras. Lo formaban pintores [...], escritores [...] e ilustres personajes de los más variados campos". Para un acercamiento a la interesante figura de Adolfo Sánchez Vázquez, Ana LUCAS, "Adolfo Sánchez Vázquez: vida y obra", en Adolfo SANCHEZ VAZQUEZ, Escritos de política y filosofía, Madrid, FIM y Ayuso, 1.987 (263 p.).

[4] Un posible destino del comunista asturiano hubiera sido la Unión Soviética, pero pudiera ser que tuviera problemas con el régimen de Stalin: "la policía conocía bien sus visitas a Bujarin": vid. Manuel TAGUEÑA, Testimonio de dos guerras, México, Ediciones Oasis, 1.974 (670 p.), p. 341; Víctor ALBA, El Partido Comunista en España, cit., p. 264.

[5] Su estancia en La Habana sin duda fue fructífera. Por los datos que obran en su archivo (microfilmado por doña Teresa Rodríguez de Lecea para el Archivo Histórico Nacional de España), sabemos que allí pronunció diversas conferencias. Cuatro de ellas se publicarían con el título de El camino de la riqueza. Hechos y doctrinas. Cuatro conferencias pronunciadas en la Institución Hispano-Cubana de Cultura, de la Habana, en enero-febrero de 1.941, La Habana, 1.941 (¿91 p.?). También pronunciaría en La Habana otra conferencia en la Hermandad Asturiana de Cuba, en febrero del mismo año, sobre la historia de Asturias, en tono épico: Asturias, tierra de Libertad (74 p.).

[6] El dato de su estancia en Santiago de Chile y en la Habana aparece en "Dr. Wenceslao Roces Suárez" y en "Wenceslao Roces Suárez", dos cronologías inéditas de la vida de nuestro protagonista, una elaborada con motivo de un homenaje que le tributó el Instituto Superior de Traductores, en 1.989, y que me facilitó el Fondo de Cultura Económica, y la otra que obra en el Archivo de Indianos. Centro de documentación y estudios sobre la emigración americana, en Colombres (Asturias). La fuente de los datos biográficos relativos al exilio de WR, salvo que se indique otra cosa, pertenecen a estas cronologías.

[7] Ascensión H. de LEON-PORTILLA, España desde México, cit., p. 359 y 352.

[8] José GAOS, "La adaptación de un español a la sociedad hispanoamericana", RdO 38, tomo XIII, mayo de 1.966 (p. 168-178), donde señala que fueron factores muy diversos los que dieron como resultado "la falta de una auténtica impresión de destierro en los refugiados adaptados; la presencia en ellos de una impresión como la de haberse trasladado de una tierra española a otra, que más bien debiera llamarse, por ende, impresión de "transtierro". Es por lo que no mucho después de la arribada a México, se me ocurrió decir que en México no me sentía desterrado, sino "trasnterrado", con palabra que ha hecho fortuna, sin duda por dar expresión justa a una realidad psicológica colectiva" (p. 178).

[9] WR, Consolidar la victoria, aplastar al enemigo, México, Ed. España Popular, 1.943 (21 p.).

[10] WR, "La represión franquista contra los intelectuales y la cultura. Los intelectuales en el exilio al lado del pueblo español", cit., p. 22.

[11] WR, La Cultura de nuestro tiempo, México DF, España Popular, 1.948 (31 p.).

[12] WR, El marxismo, humanismo de nuestra época, México, 1.954, inédito (APCE).

[13] El artículo se publicó primero en CA, año XVI, vol. XCVI, nº 6, 1.957 (p. 86-103), y luego en CSPCyFU 5, 1.958 (p. 77-93). Se cita por su segunda versión.

[14] WR, "Algunas consideraciones sobre el vicio del modernismo en la historia antigua", cit., p. 89.

[15] Ibidem, p. 78-79.

[16] WR, "En el centenario de El Capital, CA, 1.967 (p. 170-186). Según Abellán dicho artículo es "de consulta obligada para conocer su interpretación del marxismo": José Luis ABELLAN, Historia crítica del pensamiento español. La crisis contemporánea. III (1.875-1.939), Barcelona, Círculo de Lectores, 1.993 (539 p.), p. 422-423, n.

[17] WR, "En el centenario de Lenin", CA 4, julio-agosto de 1.970 (p. 135-148), p. 143 y 145.

[18] Guy HERMET, Los comunistas en España, París, Ruedo Ibérico, 1.972 (208 p.), p. 53-54; Víctor ALBA, El Partido comunista en España, cit., p. 285. En el quinto congreso ingresaron en el órgano de dirección miembros conocidos, como Federico Sánchez (Jorge Semprún) o Julián Grimau.

[19] Tomado de Gregorio MORAN, Miseria y grandeza del PCE, cit., p. 298-299.

[20] La esposa de WR, Carmen Dorronsoro, que había estudiado la carrera de Piano en el Conservatorio de Madrid, también comenzó a trabajar, en la Biblioteca del Conservatorio Nacional de Música, de México, llevando a cabo una estimable labor en la formación de una de las mejores bibliotecas de música de América Latina. Probablemente fue debido a la profesión de su esposa que WR tradujera de Max STEINITZER, Beethoven, México, FCE, 1.943 (138 p.).

[21] En efecto citar la labor que desarrolló el Fondo aquellos años exige referirse a WR: vid. José GAOS, Filosofía mexicana de nuestros días, México, Imprenta Universitaria, 1.954 (357 p.). Una sintética historia de la editorial en Alí CHUMACERO, "Breve historia", en VARIOS, Libro conmemorativo del 45 aniversario, México, FCE, 1.980 (p. 9-14). Respecto a la participación de los españoles en aquel proyecto, Max AUB, "Los españoles del Fondo", en VARIOS, Libro conmemorativo del 45 aniversario, cit. (p. 189-195). Por cierto que Max Aub viene a distinguir entre un Roces historiador y otro filósofo. El primero es el que impulsa la sección de historia de FCE y traduce casi todo lo que se publica, y el segundo quien participa en la traducción de algunos filósofos y, sobre todo, de Karl Marx. Respecto al vínculo de Roces con Grijalbo, que yo sepa no ha sido analizado.

[22] WR en Carlos MARX, Historia crítica de la teoría de la plusvalía. I, México, FCE, 1.945 (295 p.), p. IX.

[23] Vid. José Luis ABELLAN, Filosofía española en América (1.936-1.966), Madrid, Ediciones Guadarrama con Seminarios y Ediciones, 1.966 (325 p.), p. 32-33.

[24] En la obra de traducir a Cassirer también participaron Eugenio Imaz (La filosofía de la Ilustración, 1.943) y Eduardo Nicol (El mito del Estado, 1.947).

[25] Vid. Néstor DE BUEN, "Los exiliados españoles en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma Nacional de Mexico", en Nicolás SANCHEZ ALBORNOZ (compilador), El destierro español en América. Un trasvase cultural, España, Siruela, 1.991 (p. 103-113), p. 107, donde se contiene una sucinta biografía de WR.

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